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Francesc-Marc Álvaro | Mossèn Vidal L’audàcia en estat pur
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28 ene 2001 Mossèn Vidal L’audàcia en estat pur

Es el rector de la barcelonesa parroquia de Santa Maria del Pi, la primera de Cataluña donde se han encerrado inmigrantes sin papeles –algunos en huelga de hambre– que temen ser expulsados al entrar en vigor la nueva ley de Extranjería. Con casi 80 años y una larga trayectoria de compromiso social y defensa de las libertades, mosén Josep Vidal Aunós es la imagen de una Iglesia que antepone la persona concreta al discurso oficial. Ha repetido que hace sencillamente “lo que marca la ley del Evangelio”

No escribía nunca el nombre en la agenda. Bastaba con una cruz en el día y la hora. Debía hacerse así para mantener la seguridad en tiempos de represión. No preguntaba nada acerca de quiénes o de qué iban a hablar. Sólo sabía que debía acogerlos en la parroquia. Sabía que hacerlo era justo. –Siempre preferí mantener la ignorancia de los apellidos de la gente. En cambio, ahora, no sé tan siquiera los nombres de los que acogemos en la parroquia.

Mosén Josep Vidal Aunós estaba en su sitio ya a finales de los años cincuenta y sigue estando ahora. En pleno franquismo, los apellidos de los resistentes podían costar demasiado caro. En democracia, los nombres de pila de los inmigrantes no valen nada y se pierden en una infinita torre de Babel. El principio de acogida de entonces y de ahora es el mismo para este sacerdote, aunque el contexto, las causas y los protagonistas son totalmente diferentes.

En la que fue mítica parroquia de Sant Medir, en el popular barrio barcelonés de la Bordeta, Vidal Aunós practicó de forma incansable la misma actitud que ahora tiene como rector de la basílica de Santa Maria del Pi, en pleno centro de la ciudad. A este cura no le tumbó el desencanto de la transición, ni le desorientó la caída de este o aquel muro. En la época de los grises, ya sabía que su combate estaba enraizado en la historia pero, a la vez, situado más allá y más acá de los límites temporales de la mutación política. Lo suyo no terminaba después de 1975. Por eso le encontramos hoy dentro de la noticia. Con 79 años, su tiempo sigue siendo el de hoy, como lo fue aquel día de noviembre de 1964 en que, en la parroquia de Sant Medir, nació la Comissió Obrera Nacional de Catalunya, embrión catalán de las clandestinas Comisiones Obreras.

Y también allí dio sus primeros pasos el llamado Grup de Defensa i Promoció dels Drets Humans. Antes, en 1959, el mismo sacerdote había apoyado a los obreros de la Hispano Suiza, adelantados de la contestación contra la dictadura. Nada de todo aquello fue por casualidad. Vidal Aunós entró muy joven en contacto con los activistas de la Hermandad Obrera de Acción Católica y de la Joventut Obrera Catòlica, y en Sant Medir encontró una parroquia que su predecesor, el célebre mosén Amadeu Oller, ya había convertido en punta de lanza de la acción social más valiente.

Ser hijo de emigrantes influyó en la sensibilidad social del joven Josep. Su familia, de raíces aranesas, emigró al sur de Francia, donde su padre desempeñó trabajos en aduanas y como representante de la compañía de transportes Alsina Graells. De vocación temprana, Vidal Aunós empezó sus estudios eclesiásticos en el país vecino y, a partir de 1939, los prosiguió en el seminario de Barcelona. Ordenado en 1946, su primer destino fue una parroquia en Viladecans. Luego vendrían la dureza de Santa Mònica en pleno barrio chino, el remanso mesocrático de Els Josepets, y un alejamiento rural en Gualba, en el Montseny.

Finalmente, y tras la muerte de mosén Oller, en diciembre de 1957 recaló como rector en Sant Medir, donde pasó más de 25 años. A principios de los años 80, el entonces cardenal arzobispo Jubany le nombró vicario episcopal del área Barcelona sur, con una población a su cargo de más de 600.000 personas. Al inicio de los años noventa, y coincidiendo con la nueva etapa en el arzobispado barcelonés, mosén Vidal Aunós se hizo cargo de la basílica de Santa Maria del Pi. Con la misma ilusión de siempre, con la gente de la parroquia.

Todos los que le conocen le definen sin reservas como un punto de referencia obligado de lo mejor de la Iglesia barcelonesa y catalana del último medio siglo. Es unánime la coincidencia de significados nombres del mundo eclesial, político y social al caracterizar a Vidal Aunós: abierto, trabajador, comprometido, tolerante, marcado muy profundamente por los aires de renovación del concilio Vaticano II. A pesar de su alta preparación cultural y de sus intereses en este campo, ha preferido la acción antes que la especulación intelectual. Alguno de sus amigos le significa como un audaz sin imposturas. No va de héroe: –Es un cristiano de hechos. Y su gesto de ahora es, aunque parezca paradójico, todavía más audaz que los realizados en el franquismo, porque la Iglesia, en su base, es hoy más frágil y está más a la intemperie.

Vidal Aunós conoció el miedo de los tiempos pasados y la angustia de los presentes. Pero mantiene una aparente calma a pesar del notable barullo que ha invadido su parroquia estos últimos días. A pesar del subdelegado del Gobierno central. Habla pausadamente y razona su compromiso a partir del Evangelio. No hay en él la soberbia de los iluminados ni la pose de los predicadores ensimismados. Cura entreverado de mundo y de luchas, dice lo que hace y hace lo que dice. Albert Camus hubiera puesto este rostro a su hombre rebelde.

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