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Francesc-Marc Álvaro | (Español) Alberto Ruiz-Gallardón – Seductor de progres
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17 jul 2002 (Español) Alberto Ruiz-Gallardón – Seductor de progres

La amplia remodelación del Gobierno central ha tenido derivaciones importantes. Es el caso de la designación del actual presidente autonómico de la Comunidad de Madrid como candidato a la alcaldía de la capital de España. Aznar, encuestas en mano, ha encontrado la pieza para frenar las esperanzas de inicio de reconquista del PSOE. Con ambición y buen cartel, más allá del electorado del PP, este fiscal en excedencia, de 43 años, debe hacerle el favor a su jefe. Tiene futuro para cobrárselo

Es fino y seguro. Elegante y culto. Tiene mucho de felino, pero disimulado por un estrecho disfraz de cabritillo. Ha sabido ser, con el tiempo, maestro en una de las artes mayores de la política: el dominio de la visibilidad. Ahora lo ves, ahora no lo ves. Ni mucho, ni poco, desmarcándose de los propios, gustando bastante a los extraños. Siempre en el reverso del estilo oficial de la calle Génova y de la Moncloa, se ha quedado en propiedad la cara amable y civilizada de un sueño de derecha española con perfume europeo. Su afición por la música le completa como el caballero sureño de Madrid D.F. La “derechona” son todos los demás, empezando por Álvarez del Manzano, el zarzuelero alcalde al que ahora intenta relevar.

Él es un heterodoxo que juega a ser la alternativa transparente, vendedor de un irreal PP sin lo que menos gusta del PP. Desde la presidencia autonómica ha conseguido que le vean como el sucesor invisible de Aznar para un futuro a medio o largo plazo. AlbertoRuiz-Gallardón Jiménez es el hombre sin sombra que, en cambio, puede hacer mucha sombra al jefe. El mismo que ha dicho “nunca traicionaré a Aznar” y “aún no ha llegado mi mejor momento”.

Cuando se forjaba la famosa movida madrileña, él se dedicaba a enfrentarse ciceronianamente a Tierno Galván, el socialista que convirtió la alcaldía de la capital en un bodegón a medio camino de Ortega y Almodóvar. Ruiz-Gallardón aterrizó, en 1983, como concejal de oposición en el mismo consistorio que ahora aspira a presidir, y allí se ganó fama de “joven aunque sobradamente preparado” y, también, de “repelente niño Vicente”.

El ejemplo del padre, el reconocido abogado y político de filiación monárquica José María Ruiz-Gallardón, le animaba. No obstante, unos años antes, le costó entender los motivos que llevaron a su progenitor, que había sufrido las cárceles de Franco, a apuntarse a unas siglas que reunían, entre otros, a antiguos responsables del Régimen. Quizás vio las cosas de manera diferente al casarse con la hija de José Utrera Molina, que había sido ministro y secretario general del Movimiento. Sea como fuere, se le pasaron pronto las prevenciones y se convirtió en fan de Fraga, trabajó mucho en la primitiva Alianza Popular y vivió en primera fila la caída del delfín JorgeVerstrynge. También tuvo responsabilidades en la etapa de Hernández Mancha, pero acertó a alejarse a tiempo del histriónico proyecto de líder y, con la refundación, se asentó en la dirección.

Antes de que Aznar llegara a la Moncloa, Ruiz-Gallardón consiguió la gran hazaña. Desalojó al PSOE e IU del Gobierno de la Comunidad de Madrid, que en 1987 y 1991 habían pactado para impedir que la lista popular, la más votada, tuviera el poder. A la tercera, el muchacho sabelotodo logró la mayoría absoluta y domesticó en la oposición a su antecesor Leguina. Mientras los entornos mediáticos afines al PP le atizaban por no hacer revanchismo, en el otro lado le exhibían como contrafigura de Aznar.

Con tiento y cabreando a los suyos de vez en cuando, el nuevo candidato a la alcaldía madrileña ha cristalizado un discurso que permite votarle sin mala conciencia, aunque se sea “progre”. Se mueve bien a la manera florentina, quizás porque es sobrino nieto del compositor catalán Isaac Albéniz. Tampoco es casual que haya inaugurado muchos kilómetros de metro, sabe trabajar rápido y bien bajo la superficie. Y no olvida que “de Madrid al cielo” no es sólo una frase.

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