05 sep 2011 A la cartera i al cor
Adiós –se dijo– al nacionalismo catalán sentimental, cultural, espiritual y empapado de aromas de Montserrat. El nuevo soberanismo ha crecido sobre argumentos de tipo socioeconómico, con el déficit fiscal como centro de todos los agravios. No olvidemos que todos los sondeos indican que la propuesta estrella de Artur Mas de conseguir una fórmula equivalente al concierto económico de vascos y navarros cuenta con un apoyo muy amplio dentro de la sociedad catalana, incluidas aquellas élites para las cuales el catalanismo siempre ha sido una forma extraña, casi incomprensible, de articulación de las clases medias que son la columna vertebral del país. Que la españolidad sale muy cara al conjunto de los catalanes es una idea que, durante la última década, ha sido demostrada por expertos solventes y certificada, incluso, por las balanzas fiscales publicadas, a la fuerza, por la administración central. Parecía, pues, que el choque inevitable entre Catalunya y Madrid se daría en este terreno. Y más cuando la salvación de la UE implica un replanteamiento, urgente y embrollado, de la soberanía tradicional de sus estados miembros.
Pero no. Lo que ha estallado con más ruido es la cuestión de la lengua. El TSJC ordena que el Govern introduzca el castellano como lengua vehicular y revienta, así, el modelo de inmersión y los equilibrios delicados sobre los cuales se construyó aquí la convivencia a partir de la transición. Mientras, en Madrid, el PSOE y el PP hacen patente que la Constitución de 1978 es cosa sólo de los dos grandes partidos nacionalistas españoles, extremo que CiU ya sabía –pero no quería recordar– desde el golpe de Estado de 1981, cuando no fue llamada (como tampoco los nacionalistas vascos) al solemne encuentro de los dirigentes parlamentarios con el Rey, pocas horas después del espectáculo ofrecido por Tejero y el resto de salvadores de la patria. Más de uno esperaba que Rajoy, una vez en la Moncloa, incluso con mayoría absoluta, tendría el sentido común de hablar seriamente de euros con Mas, para no pasar a la historia como el que provocó que el independentismo creciera por encima de la barrera del 50%. Ahora, el futuro presidente español y el de Catalunya tendrán que hablar de lengua, y aquí no valen cálculos que hagan creer aquello que no es.
Bajo la cartera está el corazón. Ahora han disparado al corazón: la herida sangrará mucho y se puede envenenar. Catalunya está cambiando, poco a poco pero de manera irreversible, y Rajoy tendrá más sorpresas de lo previsto. Los más avisados del PP lo intuyen, por eso había cara de preocupación en los escaños de la derecha cuando Duran Lleida explicó, desde la tribuna del Congreso, la posición de CiU sobre la reforma constitucional hecha en el microondas. PSOE y PP han despreciado los movimientos de fondo de la sociedad catalana porque todavía no son mayoritarios a pesar de ser centrales. Error monumental. Quien tiene el corazón herido acostumbra a perder el miedo.