31 oct 2011 Bwana, terra entranyable
Dado que no me gusta ser victimista ni tener la piel muy fina, no puedo más que celebrar la reciente y muy sincera aportación del señor Peces-Barba al debate sobre las relaciones Catalunya-España. No es habitual que los próceres de la transición nos ofrezcan el espectáculo de su pensamiento sin eufemismos ni subterfugios. Se agradece la claridad intelectual de este padre de la Constitución, un progresista de arriba abajo, un estudioso de los derechos humanos y un eminente socialista, presidente en su día del Congreso. Sus palabras han generado todo tipo de reacciones (incluida alguna adhesión entusiasta) y han culminado con una disculpa mediante carta a este diario, en la cual describe Catalunya como «tierra entrañable y amiga». Si hubiera citado a Maragall y Espriu, la epístola le habría salido más redonda.
Jordi Graupera acertaba de lleno el pasado sábado cuando identificaba el discurso de Peces-Barba como una reflexión sobre la propiedad. Los catalanes (y los portugueses hipotéticamente) somos la cosa poseída mientras la España castellana es el poseedor único e indiscutible. Recuerden que el ilustre jurista decía: «Si nos hubiéramos quedado con los portugueses y hubiésemos dejado a los catalanes». Como quien escoge manzanas y peras, ni más ni menos. De este sentimiento español de propiedad deriva –Graupera también lo hacía notar– la posibilidad de bombardear o no Barcelona, porque ya se sabe que con lo que es tuyo haces lo que quieres. Algunos ya sabíamos, desde hacía años, que una parte importante de las élites de Madrid tienen esta sofisticada cultura política sobre el hecho nacional y territorial; las declaraciones, tan divertidas, de Peces-Barba lo han mostrado con una gracia difícilmente superable. Deberíamos ir hasta la frustrada opa de Gas Natural sobre Endesa («antes alemanes que catalanes») para encontrar un momento tan brillante. Tomen nota de la moraleja: los esclavos obedecen y callan, no pueden decidir su destino ni, por descontado, disputar el poder y la riqueza al amo. Palo y zanahoria, nada más.
Ahora que la crisis económica pone en cuestión el concepto clásico de soberanía de los estados miembros de la UE, resulta de gran utilidad que todo un pensador del derecho mantenga que la relación de una parte de la ciudadanía de España con el poder central es la misma que la del esclavo con su señor, un objeto del que se saca una rentabilidad lo más alta posible. El gran negocio se acabaría el día en que el esclavo decidiera hacer su camino. Las cifras del déficit fiscal catalán (16.434 millones de euros) son elocuentes. Cada catalán pagó en impuestos al Gobierno central, el año 2009, un total de 2.256 euros.
Desde esta entrañable tierra saludamos al bwana Peces-Barba y le animamos a continuar con esta pedagogía que, sin duda, abrirá los ojos a muchos esclavos que todavía no saben que lo son.