24 feb 2012 Deliri català, ja tocava
Ya tocaba, ya tocaba. Hacía tiempo que no nos dedicábamos a ello tan a fondo y con tantas ganas. Los catalanes somos especialistas en abrir debates dispersos que tienden al delirio y que acaban por convertirnos en una sociedad incapaz de hablar sin perder los papeles. El proyecto de Eurovegas provoca una discusión pública digna de ser atendida por los psiquiatras. Tanto que es evidente que el president Mas tiene un problema grande si esta inversión se acaba concretando y también tiene un problema grande si, finalmente, no sale adelante. Ser presidente de este país comporta este tipo de situaciones. Hay que decir que los mismos que se oponen con más pasión a la posibilidad de que Adelson aterrice en Catalunya serán los que con más mala sombra criticarán al Govern si es Madrid quien se acaba llevando este complejo de ocio. Repito: la psiquiatría tiene en la mentalidad colectiva catalana un campo de estudio precioso.
Parece que con el Eurovegas nos ha llegado la hora de debatir sobre todas las esencias nacionales de golpe y de manera enciclopédica, terminal y conclusiva. ¿Qué somos? ¿Qué queremos ser? Calma, calma. El asunto hace reír y provoca angustia. Pasó una cosa parecida hace unos años cuando se impulsó Port Aventura, y eso que se trataba de un proyecto menor al lado de lo que ahora se está hablando. Hagan memoria, por favor. El entresijo inenarrable de Port Aventura mostró una sociedad menos madura de lo que creemos ser y ahora volvemos a hacer el tonto como si nada. El Eurovegas o como se diga se puede hacer bien o mal, puede ser un motor económico o una chapuza, pero hace falta abordar el asunto con la cabeza fría, sin verter en él todos los fantasmas de la tribu y, sobre todo, sin dar la razón a aquel sabio que decía que a los catalanes nos pierde la estética.
Hablamos de un negocio que podría crear muchos puestos de trabajo y es como si fuéramos llamados a rehacer Catalunya de arriba abajo. La madeja se enreda tanto que ya no se sabe muy bien de qué estamos hablando. ¿Del modelo de crecimiento económico del país? ¿De la competencia entre Barcelona y Madrid? ¿De la improcedencia moral de ciertos negocios? ¿De la rigidez o flexibilidad de las leyes? ¿De la conveniencia de recibir inversores extranjeros en el Palau de la Generalitat? ¿De la nostalgia de no ser Finlandia? ¿De la dimisión de la burguesía que había tenido empresas industriales? ¿De la imagen que queremos dar en el mundo? ¿De qué carajo estamos hablando cuando hablamos del Eurovegas? Quizás alguien querría que nos convirtiéramos en chinos, así algunas almas puras no tendrían, entonces, problemas morales ni con el juego ni con la bebida ni con los edificios de diseño discutible que romperían la belleza del paisaje metropolitano. Y protegeríamos siempre todas las aves en vías de extinción.