09 ago 2012 Les Pussy Riot, cotó fluix de Rússia
Tienen 22, 24 y 29 años y han excitado a la bestia. Son tres chicas del grupo rock punk llamado Pussy Riot, que en español sería Motín de Coños. Están detenidas y la Fiscalía quiere que pasen tres años en prisión por haber protagonizado una acción de protesta en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, el mayor templo ruso, para denunciar las complicidades de la jerarquía de la Iglesia ortodoxa con el presidente Vladímir Putin.
El 21 de febrero de este año, las tres chicas, acompañadas de otras miembros de su grupo, entraron en el presbiterio con la cabeza cubierta con pasamontañas de varios colores y, ante el altar, interpretaron -sin hacer daño a nadie ni romper nada- una oración punk denominada Santa Madre de Dios echa a Putin. La actuación se difundió por la red y las autoridades civiles y religiosas decidieron que había que escarmentar a estas jóvenes, no fuera que alguien pensara que Rusia es una democracia de veras, donde la ley protege la crítica, incluso cuando es irreverente, insolente y apunta hacia lo que se considera sagrado.
Las chicas de este grupo son el algodón que sirve para hacer la prueba más clara del nivel de libertad y respeto a los derechos humanos de que hoy disfrutan los ciudadanos de la Federación Rusa. La prestigiosa oenegé Freedom House, que analiza la salud democrática de todos los estados, puntúa con un 5 la Rusia de Putin y la etiqueta con un contundente «Not Free». Para entender este ranking hay que decir que los estados democráticos homologados, pongamos Finlandia, tienen un 1 de nota. Para acabar de comprender esta tabla, digamos que Corea del Norte tiene un 7.
A pesar del maquillaje democrático del régimen, la potencia surgida del hundimiento soviético es lo que es. Unas rocanroleras, mediante la sátira, han puesto nerviosos al Kremlin y a los jerarcas religiosos que abonan el abuso de poder. A los lectores de más edad, esta situación les puede recordar un poco la coartada nacionalcatólica del franquismo para tener a la gente callada. El punk, que aquí forma parte de la memoria sentimental de nuestros hermanos mayores, puede ser actual e imprescindible en otras latitudes. El punk como gesto de ruptura contra la mentira oficial. El punk como prueba del algodón de un sistema que es una monumental farsa.
Antes de que el escritor y disidente Václav Havel fuera presidente de la nueva Checoslovaquia libre y democrática escribió que vivía «en un país donde el peso y la fuerza de radiación de la palabra quedan confirmados cada día por las sanciones que la palabra libre parece atraer». Es exactamente lo que pasa hoy en Rusia, un gran país donde -recordémoslo- también hay periodistas que mueren de manera extraña. La palabra libre es hoy la de las Pussy Riot.