17 ago 2012 Fumar, tirar-se, beure sangria

Sentada en un banco ante la playa, una alemana bebe sangría Don Simón de cartón mezclada con gaseosa de marca blanca de botella de plástico. La sangría es una bebida por la cual ni yo ni el tío Baixamar sentimos simpatía alguna. Nunca nos han ofrecido, bajo este nombre, un líquido decente. La de casa Merkel es feliz con el invento. Viva la libertad de culto. Nosotros preferimos, si es mediodía, cerveza, cava o vermut con un poco de sifón. Ahora probamos un vermut que casa muy bien con unas almendras saladas que prepara la madre de Josep Lluís, valenciano de la Font de la Figuera, donde pasa la frontera de la lengua. Baixamar enciende el tercer cigarrillo.

-Si vivieras en Melbourne, pájaro, pronto deberías esforzarte para saber si fumas Winston o Fortuna. El Gobierno de Australia ha decidido que todas las cajetillas sean iguales a partir del 1 de diciembre, como los medicamentos genéricos. Y con avisos terribles.

-Me la trae al pairo. Ya pueden implantarlo aquí ahora mismo. Es una medida infantil, como si los fumadores fuéramos idiotas; no conozco a nadie que fume porque le guste el logotipo de la marca o el color de la cajetilla. También se aburren por ahí abajo.

-Pero las fotos asquerosas y los avisos alarmantes sobre los daños de fumar llenarán casi todo el envoltorio…

-Nada, hombre, nada. Si lo complican tanto, aumentan el deseo. Es una broma para que la administración mantenga una zona de buena conciencia sobre un negocio que, de hecho, ya ha cumplido su ciclo histórico.

-¿Y la cantidad de millones de euros públicos que se dedican a tratar a las personas fumadoras?

-El tabaco es un chivo expiatorio, nada más. ¿Y qué me dices del impacto de los programas de televisión idiotizantes sobre la salud mental de tantas mujeres, hombres y criaturas? ¡Y, mientras, los del CAC preocupados por el buen nombre de Lloret!

-Los australianos nos dan una gran lección de civilización, no mezcles churras con merinas.

-Debe ser para compensar el trato que el Estado australiano ha dispensado a los aborígenes, en medio de una indiferencia mundial acojonante.

-No seas demagogo. Además, esta medida acabará llegando a Europa.

-Que llegue, fumaré con más placer. Es lo que no quieres entender: cuanto más miedo me quieran meter y más obstáculos me pongan, más placer cada vez que encienda un cigarrillo. Cuando éramos pequeños y debíamos pasar por una calle oscura, nos hacía felices experimentar el miedo. Intensamente. Como esos críos que se tiran desde acantilados.

-¡Coño, no frivolices! Algunos chicos han acabado con lesiones graves.

-Cada día, en el mundo, millones de adolescentes hacen cosas peligrosas que escapan al control de padres y administración. ¿Le ves solución?