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Francesc-Marc Álvaro | La moda i la culpa
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22 ago 2012 La moda i la culpa

Joan Capri es un referente para el tío Baixamar. En el libro 43 respostes catalanes al qüestionari Proust, del admirado colega Lluís Permanyer, el genial cómico confesaba que lo que más detestaba era «la prisa». El volumen lo editó Aymà en el año 1967, el mismo en que parieron a este columnista que tienen ustedes la gentileza de leer. Lo que detestamos no es nunca un dato menor. Espriu, por ejemplo, ante la misma pregunta, da una lista que quiere ser exhaustiva: «La insinceridad, la injusticia, la suciedad, el desorden, el ruido, la vanidad, la avaricia, la envidia». Pla, en cambio, es lacónico: «La hipocresía». Joan Coromines añade un matiz interesante: «Hacer comedia: la hipocresía». ¿Es lo mismo ser hipócrita que hacer comedia? ¿Y qué es ser insincero, como decía el poeta de Sinera? Baixamar es un hombre franco, que no sincero. La sinceridad le provoca angustia, porque fue progre y este valor fue triturado por su generación.

-¿Y tú -le pregunto a mi amigo mientras paseamos por la playa donde Chesterton y González Ruano tomaron el sol-, qué es lo que detestas más que nada?

-Además de la prisa, como Capri, detesto la moda -sentencia mientras se para y levanta la mano izquierda.

-¿La moda? Ahora me has matado. Una cosa es que no tengas televisor, pero nunca me ha parecido que quieras ser tan marginal como para hacer una cruzada contra un hecho cultural tan relevante como las modas.

-La moda intoxica el placer. Está clarísimo. Es lo que ha pasado con el gin-tonic de los cojones.

-¡Ojo! No hables más del gin-tonic, que hay quien se enfada porque piensa que se está exagerando. Ahora quien pide un gin-tonic ya es sospechoso de ser un poco idiota.

-Justamente. Tú sabes que soy fan del gin-tonic, desde los años en que trabajé y estudié en Londres, cuando aquí el personal sólo bebía coñac, whisky Dyc y algún cubata. Siempre me ha gustado la ginebra y también el combinado que en Menorca denominan pellofa, que es sensacional. Pero ahora, por culpa de la moda, me da rabia pedir esta bebida. Y me saca de quicio que tomar un gin-tonic se haya convertido en una prueba de erudición sobre pepinos, tónicas y etcétera.

-No pasa nada. Tú a lo tuyo. ¿No dejarás que el esnobismo desbocado te haga cambiar de hábitos, verdad?

-Me hacen sentir culpable.

-¿Culpable de qué?

-De seguir la moda como un corderito. El otro día, me apetecía un gin-tonic pero acabé pidiendo una cerveza porque el barman, ya lo calé, me quería colocar su versión del gin-tonic: con flores, pimientas refinadas, hielo puro y mil paridas más.

-Las modas pasan y la sed perdura.

-Capri confesaba que quería tener «paciencia para tratar a los tontos». Yo también.

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