26 sep 2012 Un president amb ambició i caducitat
El pasado jueves, desde Madrid, Mas consiguió controlar el tiempo de la política, que se había acelerado repentinamente a partir del Onze de Setembre. Ayer, desde el Parlament, el presidente de Catalunya quiso dejar claro que el tiempo será aliado de quien tenga a favor el factor sorpresa, pero vale más no dormirse. Los poderes (fácticos y oficiales) españoles no contemplarán sin hacer nada como la nueva y pacífica revuelta catalana toma cuerpo y desafía un orden que muchos pretendían fosilizado. ¿Si la ciudadanía elige a los que deben representarla, quién puede tener miedo?
Tendremos elecciones y nuevo Parlament antes de Navidades. Unos comicios en los que los catalanes nos jugaremos la suerte de las generaciones futuras, por eso serán constituyentes. Las siglas y los dirigentes que no entiendan que estamos atravesando un momento excepcional corren el peligro de convertirse en irrelevantes, pura arqueología viviente que se convertirá en un práctico aviso para no volver atrás. En estas elecciones, es evidente que Mas -si su partido no comete errores- se situará muy por encima y muy por delante del resto de candidatos. Sus intervenciones desde el día después de la Diada le han dado una autoridad y una proyección que van más allá del campo convergente y llegan a gente que nunca ha votado a CiU. La renuncia a volver a presentarse, «una vez se alcance el objetivo nacional que el pueblo decida», le otorga todavía más credibilidad. Responsabilidad sin fisuras: toca hacer lo que se predica como toca decir lo mismo en Barcelona, Madrid y Bruselas. Tal vez Mas también tiene presente que Churchill fue derrotado después de ser uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial.
Siempre he pensado que Mas, a diferencia de Pujol o Maragall, es un político que no está enamorado de la política como lo están la mayoría. Eso, durante un tiempo, fue un problema gordo que condenaba a este dirigente de CiU a ejercer el papel de gestor ordenado. Ahora es una suerte, porque le permite observar el cargo y los honores con distancia y sin el deseo de durar, lo cual le regala una gran libertad y un aplomo envidiable a la hora de actuar: «No pasaremos por una nueva humillación». Las circunstancias cambian a los hombres y, hoy, la sociedad catalana cuenta con el liderazgo de alguien que quiere hacer política de veras, con sentido de la historia y conectando con los intereses y valores de una creciente mayoría de la población, cansada de vivir bajo sospecha.
Sabios y profetas de todo tipo decían que la política había desaparecido devorada por los maléficos mercados. Hoy, en Catalunya, la política regresa y lo hace con un punto de grandeza que nadie debería echar a perder.