15 oct 2012 I votaran els del 94
El sondeo que ayer publicaba La Vanguardia lo confirma: las próximas elecciones catalanas serán las de la polarización ideológica y, por lo tanto, los votos irán a concentrarse en las opciones mayores de cada campo. Si concretamos, eso quiere decir que el voto independentista/catalanista tenderá a ir hacia Mas (una marca ahora más fuerte que las siglas CiU) y que el voto unionista/españolista lo hará hacia el PP de Sánchez-Camacho. Las encuestas apuntan este escenario, aunque también señalan que el crecimiento de los populares no será tan espectacular como podría parecer, un dato que beneficiaría a Ciutadans; además, todavía se habla de voto oculto en relación a la sucursal catalana de Rajoy.
Una de las grandes incógnitas, además de saber cómo queda finalmente el PSC de Pere Navarro y qué hacen muchos antiguos votantes socialistas, es el papel que pueda tener ERC, que debería ser la oferta más beneficiada cuando el asunto que domina la agenda es la independencia. Pero los republicanos sufren por tres motivos: la decantación de una parte de su electorado por la figura de Mas, la decisión de las CUP de presentarse por primera vez a unas elecciones no municipales, y el fracaso de los intentos de crear una única plataforma electoral independentista con SI y Reagrupament. No obstante, las siglas que lidera Junqueras están llamadas a un protagonismo especial en los años próximos, extremo que vendría más de una apuesta estratégica de Mas que de la estricta aritmética de los escaños.
El PSC perderá votos en muchas direcciones: hacia CiU, PP, Ciutadans, ICV, ERC y, sin duda, hacia la abstención. Haber sido una opción central y mayoritaria genera este tipo de situaciones cuando las lealtades se fragmentan. El anuncio de un nuevo partido a cargo de Ernest Maragall (que no participará en el 25N) oficializa esta reconfiguración a medio plazo del espacio socialista, que siempre hemos dicho que se produciría como previa de un proceso soberanista. Estamos ante unos comicios en que las fronteras tradicionales entre electorados se pueden ver notablemente alteradas porque todo el mundo sabe que no elegiremos sólo a los que gestionarán el Gobierno de Catalunya.
El punto fuerte de CiU es el liderazgo renovado de Mas y su combinación especial de audacia responsable a la hora de interpretar al sector central y más dinámico de la sociedad. El punto débil es la tentación del triunfalismo, que los estrategas convergentes deberían evitar. Durante la campaña, lo más inteligente por parte de Mas sería dejar muchas puertas abiertas al resto de formaciones partidarias del Estado propio, sin excluir a un PSC en mutación pero necesario para articular determinados consensos.
Y un detalle para pensar: estas elecciones serán las de los nacidos en 1994.