05 nov 2012 Entre Mas i la gent
Hace pocos días, el programa de Jordi Basté en RAC1 dio a conocer los resultados de un sondeo entre los que sobresalía el dato siguiente: un 65,2% de catalanes cree que, al final, Artur Mas «acabará alcanzando algún tipo de pacto con el Gobierno español, que rebaje los objetivos independentistas actuales». Mientras, los que se inclinan a pensar que el líder de CiU «irá hasta el final en el objetivo del Estado propio» representan sólo un 31,1%. Eso indica que dos de cada tres catalanes son de la opinión que el actual presidente de la Generalitat no será capaz de romper con la tradición convergente de pasar por el aro.
La sombra del pujolismo es alargada aunque artur Mas ha roto explícitamente con determinadas actitudes que eran marca de la casa desde 1974. Este pasado sábado, el Ara publicaba una encuesta en la que la credibilidad de Mas queda menos afectada por el prejuicio sobre su antecesor: un 47,7% piensa que Artur Mas «continuará hasta conseguir el Estado propio» mientras hay un 39,2% que sostiene que «dará marcha atrás», y un 13.1% que no sabe o no contesta. Es normal que tantas décadas de ambigüedad despierten el recelo del público. Estas elecciones son también para borrar algunos clichés.
¿Le conviene a Mas una campaña en la cual CiU vuelva a vender las medias tintas? No, porque ya no estamos en 1980. Lo que ayer era eficaz ambigüedad que sumaba hoy será confusión suicida que restará. Por eso hay que calificar de grave error estratégico la intervención de Duran Lleida el viernes, en una línea que parecía querer corregir el discurso del líder de CiU desde la Diada. También fueron un grave error las desafortunadas declaraciones de Oriol Pujol sobre la relación entre el PSC y el PSOE. ¿Quizás no desean Duran y Pujol Ferrusola la mayoría absoluta del candidato de CiU? Alerta. No se puede ser tan torpe en unas elecciones históricas.
Mientras crece el vínculo suprapartidista entre la gente y el presidente que aspira a la reelección, hay entornos de su partido y federación que no acaban de entender el riesgo de esta apuesta. Paradoja. Mientras muchos ciudadanos tienen confianza en un gobernante a quien quizás habían despreciado, ciertos dirigentes parecen preocupados en gestionar intereses que no son los colectivos. El principal activo de CiU es Artur Mas y todo lo que le debilite es restar posibilidades a un proceso que exige una inteligencia y un coraje que, hoy, no abundan.
Bono calificó a Mas de «golpista» y Montilla, en una intervención impropia de un expresidente, lo relacionó con dictadores como Franco. Mientras Mas crece como líder, otros se hacen pequeños. Ahora bien, la credibilidad de un proyecto que se pretende histórico no puede descansar en una sola persona. Necesita el concurso de buenos alfiles y, sobre todo, muy pocas cagadas.