13 nov 2012 Entre ERC i CiU
Estamos ante uno de los electores con más dudas de todos los que ejercerán el derecho a voto el 25 de noviembre. Hay días en que tiene claro que debe apoyar al president Mas para que consiga una mayoría absoluta que le permita conducir con autoridad el proceso hacia el Estado propio, pero también hay días en que piensa que sólo con la papeleta de ERC puede garantizar que la independencia sea la verdadera meta, no vaya a ser que CiU se arrugue y acabe aceptando las rebajas, como pasaba siempre durante la larga etapa de Jordi Pujol. Forma parte de aquel considerable grupo de gente que en el 2003 quería un Govern de CiU con ERC en vez del tripartito, que por eso votó a Carod-Rovira con gran convencimiento. En aquel momento, deseaba que la actitud rebelde de los republicanos sirviera de revulsivo a una CDC demasiado instalada en los vicios y rutinas de tantos años de poder.
La opinión que tenía de Mas no era muy buena: lo veía como el típico dirigente colocado a dedo por el patrono. Desde hace un tiempo, sin embargo, lo ve como un líder serio y debe admitir que ejerce el cargo presidencial con una dignidad y coraje admirables. Lo que no acaba de entender es cómo puede ir en compañía de Duran Lleida, que parece que esté tan lejos de todo lo que ahora se promueve desde CiU. Si observa la actual cúpula de ERC, concluye que Junqueras transmite autenticidad pero también inexperiencia, un detalle que le preocupa cuando piensa en el trabajo que tendrá por delante el nuevo Parlament. Con todo, cree que el cabeza de lista republicano está recuperando la credibilidad de un partido que hizo «cosas muy extrañas» durante los últimos años, sobre todo cuando reeditó el tripartito e hizo presidente a Montilla, jefe de un PSC que ya iba de capa caída y no tenía nada en común con los que decían tener como proyecto principal y razón de ser la independencia.
Hace dos años, votó a Mas, después de haberse abstenido, fastidiado por lo que llama «pactos de perdedores», y después de haber sentido un cierto interés por los movimientos de Joan Carretero, impulsor de Reagrupament. Su ideal era que CiU, ERC y el resto de los partidos favorables a la independencia formaran una gran coalición que concentrara los votos de todos los que -por sentimiento patriótico, por racionalidad económica o por ambas cosas- han decidido que ya no quieren perder más tiempo hablando del encaje. Le sabe mal y, además, le complica la vida. Porque tiene un dilema que no sabe resolver: ¿Mas? ¿Junqueras?
Su mujer votará a Mas: piensa que si no saca mayoría absoluta, el camino independentista será mucho más complicado. Su hermano votará a Junqueras, mantiene que ERC debe ser segunda fuerza para impedir las dudas de CiU. ¿Y su hijo? Este -que se estrenará- votará la CUP. Él está hecho un lío. Querría meter dos papeletas en la urna.