14 nov 2012 Del blanc al blanc
No quiere abstenerse porque sabe muy bien que la democracia -con todas las imperfecciones y averías que se quiera- fue una meta anhelada en este país. Ella lo vivió en su casa desde niña, porque sus padres fueron muy activos en la lucha vecinal y en todo lo que se organizaba en torno al PSUC. El primer recuerdo que tiene, con sólo cinco años, es la manifestación del Onze de Setembre de 1977, aquella que algunos diarios titularon como «la Diada del millón de segadors».
Duda de la exactitud de las viejas categorías de derecha e izquierda, aunque sabe muy bien que hay desigualdades que claman al cielo, como el drama de los desahucios y las engañifas que algunos bancos han hecho a la gente que tenía cuatro ahorros. Se siente decepcionada por los políticos, aunque no se permite decir -como algunos de sus amigos- que todos son unos vividores y unos incompetentes.
No se siente representada por ninguna opción ni líder, ni tan sólo por los que proclaman ser diferentes, alternativos o contrarios a los establecidos en el corazón del sistema. Le fatiga mucho la disputa constante, el intercambio de descalificaciones, la tendencia al sectarismo de todos, el mecanicismo del ritual electoral y, sobre todo, las grandes dosis de demagogia que ahora llueven sobre Catalunya.
No sabría decir a ciencia cierta si estas elecciones son históricas o sólo lo parecen. En todo caso, no quiere que ello pese más que sus convicciones. Y estas le dicen que debe enviar señales de alerta claras a la clase política, para que no se duerma. Ella tiene memoria y está harta de las promesas de los candidatos que, pasadas pocas semanas, nadie quiere recordar.
Votar en blanco -así lo explica- es como sacar la tarjeta roja a todos los políticos, para que entiendan que hay demasiadas cosas que no funcionan. Será la tercera vez y no lo hace contenta, al contrario: considera que es un fracaso individual y colectivo tener que ir hasta la urna para expresar que no hay ninguna opción que le merezca confianza. Todos los partidos le parecen gestores de oportunismos.
En el pasado, había votado cosas muy distintas, como tantas personas. Dio su voto a González, Pujol. Maragall y Carod-Rovira. Según el tipo de elección hacía una u otra selección, porque mantiene que la democracia no necesita creyentes, sino ciudadanos que saben ubicarse ante la realidad sin dejarse dominar por los prejuicios.
Estos comicios no le gustan. La polarización tiende a tapar los grises, donde hay mucha verdad. El 25 de noviembre, pondrá una hoja en blanco dentro del sobre porque lo considera higiénico, tanto en este Estado como en un futuro Estado que sea catalán.