22 nov 2012 La senyora Pérez, més que mai
Ya saben, ella es una mujer que hace años que vota CiU porque piensa que es la opción que «defensa mejor lo nuestro», igual que un sector importante de la sociedad catalana. Tiene con la política una relación relajada, muy parecida a la de los católicos que se declaran «creyentes no practicantes». Más allá del mito de una comunidad en la cual todos los ciudadanos vivirían movilizados en una asamblea permanente, lo cierto es que las democracias desarrolladas -tan imperfectas y fatigadas como quieran- se basan en el encargo temporal que hacemos a unos representantes para que se dediquen a los intereses generales. Es un sistema que necesita muchas reformas, pero todavía no ha sido superado -tengámoslo claro- por ningún espejismo populista. La señora Pérez es de las que siempre dicen que «si no votas, luego no te quejes».
Nunca se ha considerado especialmente catalanista, nunca se ha interrogado metafísicamente sobre España ni Catalunya, nunca ha perdido ni un minuto analizando su identidad (padre extremeño y madre nacida en el barrio de Horta) y nunca se ha sentido ni superior ni inferior a sus primas de Badajoz. ¿Por qué confiaba en Pujol? «Porque le veía como alguien preparado y capaz de defender los intereses de los catalanes». ¿Por qué confió, después, en Mas? Por lo mismo. Y también ha votado a Duran Lleida en las generales, por la misma razón, sin entender nunca mucho las discrepancias entre dirigentes y militantes de los dos partidos. De hecho, no piensa que CiU sean dos cosas distintas. Todo eso le resbala.
Entre la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, las explicaciones sobre el expolio fiscal (que le hace su hijo mediano), los comentarios ofensivos que recibe de algunos parientes extremeños durante las vacaciones de verano, y el ruido infame de la caverna madrileña, esta buena mujer se ha convertido en independentista como quien se come una manzana, con naturalidad.
Se manifestó la última Diada con toda la familia y, aunque cada día cuesta más llegar a fin de mes, siente ilusión. Ahora bien, no es cándida: ha escuchado con atención cuando Mas advierte que este proceso implicará esfuerzos y sacrificios, que nada será fácil. No le da miedo. A sus padres nadie les regaló nada, tuvieron que trabajar como bestias para subirla a ella y a sus hermanos, «en un contexto donde todo era delito o pecado». Lo que le da miedo son determinadas declaraciones y maniobras destinadas a frenar que los catalanes puedan decir, con libertad, cómo quieren vivir.
La señora Pérez tiene un hermano que hace días va repitiendo que no cree que el actual president y candidato de CiU llegue hasta el final, que acabará aceptando las migas que Madrid le dé. Ella ya no quiere discutir, sólo le hace esta pregunta: «¿Te parece que Mas ha expuesto su vida a la jauría para aceptar, finalmente, cualquier quincalla?».