11 ene 2013 Luxe i romanticisme
El otro día, el profesor Germà Bel, entrevistado por Josep Cuní en 8tv, definió los trenes AVE que unen las capitales catalanas (o los que hacen lo mismo en Toledo o Segovia) como «regionales de lujo». Es una descripción muy fina y proviene de uno de los principales expertos en la economía de las infraestructuras del transporte. Además, según Bel, la manía de utilizar el ferrocarril para trasladar pasajeros a gran distancia en la era del avión y las autopistas es «una idea romántica». Su criterio, fundamentado en varios estudios, es que la gran velocidad ferroviaria es rentable cuando se utiliza para las mercancías, porque descongestiona las carreteras y permite operaciones logísticas más eficientes.
Lujo y romanticismo. Lo dice una autoridad en trenes, aviones, aeropuertos y puertos. Tiene razón, me parece. Durante la campaña de los comicios del 2000, Aznar prometía un AVE en cada provincia. Lo recuerdo perfectamente, porque cubrí aquellos mítines como periodista y el tren de gran velocidad se mencionaba siempre y provocaba muchos aplausos. El entonces líder del PP era un romántico de tomo y lomo, que conectaba con el romanticismo de unas nuevas clases medias españolas que ya no querían ser tratadas como pobres a quienes el PSOE venía a salvar de un atraso histórico. En aquellos discursos, Aznar animaba a la buena gente de las Españas a convertirse en emprendedora y a romper con un pasado de miseria. Eso pasaba cuando parecía que el dinero europeo era un maná que nunca nos faltaría. Por cierto, tan romántico fue Aznar que acabó jugando a las grandes potencias, en una guerra justificada a partir de mentiras.
Yo también debo ser algo romántico, porque veo cómodo y agradable viajar, por ejemplo a Madrid, en AVE. Pero el romanticismo se me pasa de golpe cuando recuerdo que también soy usuario de cercanías de Renfe, que tantos motivos para la fe nos da diariamente. No quiero aguar la fiesta a nadie (y menos a los amigos de Girona y Figueres que ahora disponen de su AVE), pero cuesta digerir tanto triunfalismo inaugural a propósito de la gran velocidad cuando la mayoría sufre un servicio de cercanías que es muy deficiente. Todo el mundo sabe que mientras los trenes de cercanías del gran Madrid son el resultado de unas inversiones ejecutadas con generosa diligencia, aquí vamos haciendo puntos para el martirologio, si es que hay un cielo para los viajeros de líneas tan concurridas como la Sant Vicenç de Calders- Barcelona. No hay inversiones y no hay voluntad política. El conseller Recoder se ha ido sin resolver este problema. Esperamos que el nuevo conseller Vila tenga presente que la situación de Renfe cercanías es un atentado diario contra todos los que no se pueden permitir ni lujos ni romanticismos cuando quieren ir a trabajar o estudiar.