22 feb 2013 La blogaire insultada
Yoani Sánchez, la conocida bloguera y disidente cubana, ha empezado una gira mundial, después de que las autoridades de la dictadura hayan permitido que salga de la isla, gracias a la reforma migratoria vigente desde primeros de este año. El primer punto de su periplo ha sido Brasil y allí, tanto en el aeropuerto de Salvador como en el de Recife, además de personas que querían darle la bienvenida y animarla, han aparecido grupitos que se han dedicado a abuchearla e insultarla. En algunas pancartas de estos partidarios del régimen instaurado por Fidel Castro se podía leer el calificativo «mercenaria». Ella, muy tranquila a pesar de la rabia de sus contrarios, ha explicado que esta libertad de expresión y de posiciones es la que querría para su país.
Resulta siempre educativo analizar el lenguaje de los totalitarios, tanto si son agentes movidos por las embajadas cubanas como creyentes del comunismo caribeño que, de buena fe, no tienen otra tarea que vilipendiar a una mujer que ha demostrado un coraje ejemplar a la hora de explicar cómo se vive allí donde el tiempo se ha fosilizado. Le llaman mercenaria y con eso quieren subrayar que está a sueldo del enemigo -que siempre es el Tío Sam- y que todo lo que escribe no es fruto de sus convicciones, observaciones y análisis sino parte de una conspiración para hacer caer el magnífico sistema. La operación es simple y rancia pero se repite mecánicamente. Si Yoani Sánchez denuncia eso o aquello del Gobierno cubano es porque le pagan bajo mano y, por lo tanto, no hay que detenerse ni un momento a considerar el contenido de sus escritos. Si no fuera una mercenaria, sería una loca o una idiota o alguien que podría tener razón. Es necesario que sea una mercenaria, es más cómodo para los servidores de la tiranía castrista y, sobre todo, para los que, desde otros países (también Catalunya), tienen el cinismo de defender el experimento cubano.
Ahora me acuerdo del amigo Víctor Alba, el gran periodista catalán que, tras volver a Catalunya después de años de exilio, fue acusado por los comisarios del progresismo oficial de ser agente de la CIA. Supongo que haber ejercido de profesor en una universidad estadounidense y haber militado en el POUM durante la Guerra Civil eran dos pruebas concluyentes de su peligrosidad. La heterodoxia y libertad de criterio del veterano escritor eran de difícil digestión en determinados ambientes y resultaba mucho más fácil colgarle el sambenito que considerar sus puntos de vista seriamente. Si no aceptaba el dictado del PSUC, tenía que ser un mercenario. Pero yo no puedo imaginarme a Víctor Alba al servicio de la CIA, me da la risa.
Yoani Sánchez es valiente y fuerte, a pesar de su aparente fragilidad. Y da testimonio desde dentro de Cuba. Los mercenarios nunca resisten tanto.