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Francesc-Marc Álvaro | Diàleg, ves per on
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25 mar 2013 Diàleg, ves per on

Sobre la verdadera naturaleza del supuesto diálogo Madrid-Barcelona el compañero Toni Batllori es quien, en estas páginas, ha hecho los análisis más exactos y brillantes. Poco puedo añadir yo a sus Ninots, que tienen la virtud higiénica de reconciliarnos con la verdad del acontecimiento. En todo caso, sólo quiero recordar que la política, en última instancia, son los hechos. El político habla para argumentar lo que hace o deja de hacer, pero son las decisiones las que acreditan las palabras y no al revés. A pesar de esta evidencia elemental, atribuimos a ciertas palabras una dimensión mágica, por ejemplo al término «diálogo». Hay quien cree que por el solo hecho de decirla, las cosas ya son de otra manera. Eso funciona si no se hace el ejercicio sencillo de comparar el discurso con las acciones.
¿Cuántas leyes ha impulsado el Gobierno Rajoy contra las competencias propias de la Generalitat? ¿Cuántos incumplimientos económicos acumula con Catalunya? ¿Cuántas inversiones comprometidas ha dejado de hacer que afectan el día a día de los catalanes? ¿Cuántos esfuerzos ha desplegado la delegada del Gobierno Rajoy para que el diálogo fructifique? Son preguntas que deberían responderse en el minuto cero del diálogo, si no es que uno quiere parecer desmemoriado o idiota. De todos modos, yo soy un hombre de orden y, por lo tanto, hago ver que estas cuestiones no existen y me pongo a celebrar la posibilidad de diálogo. Pero entonces, como llevo la tira de años observando la política, debo consignar que el diálogo más eficaz es el que se hace sin anunciarse a bombo y platillo, mientras el otro acostumbra a ser sólo humo. Como tengo algo de memoria, añado que Jordi Pujol obtenía las grandes cosas de Madrid cuando todo se hacía discretamente, lejos de los focos.
Si alguien me está asfixiando y yo tengo el rostro completamente morado por la falta de aire es una gran noticia que me diga que quizás quiere hablar conmigo y que tal vez sacará sus manos de mi cuello. Esta es la actitud magnánima de Montoro con el conseller Mas-Colell, ni más ni menos. Ahogar del todo a Catalunya no es muy inteligente para los intereses de España, lo sabe hasta un alumno de primaria. Dialoguemos, dialoguemos, venga. ¿Sobre qué? Aquí todo es más confuso: el Govern tiene que hablar de tesorería y de cómo evitar el colapso de la autonomía mientras el Gobierno quiere que la conversación implique una renuncia explícita al proceso soberanista. La vicepresidenta Santamaría no engaña: no se dialogará sobre cosas que van contra la ley. ¿Y quién dice lo que va contra la ley? El PP. Por suerte, está el optimismo de Duran Lleida, casi tan bonito como el del conseller Vila: «el diálogo -escribe el líder de Unió- no debe presentarse nunca como antagónico a la consulta, incluso podría llegar a facilitarla». Ahora ya estoy más tranquilo.
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