24 jun 2013 Qui està matant CiU?
Después del último barómetro del CEO, que pronostica un hundimiento electoral de CiU en beneficio de ERC, dentro y fuera de la federación nacionalista han empezado a buscar el factor clave que explique esta reducción del espacio que construyó y sostuvo Jordi Pujol durante más de dos largas décadas. Las ganas de encontrar al culpable de este fenómeno lleva a conclusiones fáciles. Hay dos, antagónicas, que me parecen especialmente erróneas.
Para la militancia y los dirigentes de CDC más convencidos de la apuesta soberanista, el origen de este retroceso proviene, sobre todo, de las palabras y actuaciones de Duran, poco congruentes con la determinación de Mas de superar la vía autonomista. Mientras, para la cúpula de Unió y determinadas élites, lo que genera pérdida de votantes de CiU es haber asumido el objetivo del Estado propio y haber desafiado a los poderes españoles. ¿Quién tiene razón? Nadie. Los primeros tienden a dar demasiada importancia al dirigente democristiano y los segundos obvian que la mayoría de votantes que abandonan CiU eligen a ERC y no a partidos poco o nada soberanistas como PSC o PP.
Por encima de estos dos diagnósticos fáciles, hay otra confusión que me parece todavía más desfiguradora. Consiste en poner causas en el lugar de consecuencias y viceversa. Según el relato más usual, la extensión del soberanismo es la causa que habría provocado una transformación a la baja de CiU y su progresiva sustitución por ERC como partido hegemónico. Les propongo que consideren esta otra hipótesis: es el agotamiento histórico del pujolismo clásico que encarnaba CiU lo que contribuye poderosamente a soberanizar a sectores moderados de las clases medias que nunca antes habían pensado en la independencia.
Los datos de los resultados electorales obtenidos por CiU a partir de 1995 nos muestran un proceso continuado de bajada que se intensificó a raíz de dos decisiones que, con el tiempo, fueron letales para el nacionalismo mayoritario: rechazar la oferta de acuerdo que el republicano Carod-Rovira hizo a Pujol y firmar el pacto del Majestic que permitió el acceso de Aznar al Gobierno. El no de CiU a ERC puso las bases del posterior tripartito y el sí de CiU al PP resquebrajó la credibilidad del pujolismo como defensor de los intereses catalanes. Diría que ni Unió ni CDC han hecho todavía una auténtica autocrítica sobre estos dos momentos que fabricaron «la mala suerte» de Mas en el 2003.
ERC está recogiendo el fruto de una situación en la que, a pesar del coraje y la seriedad de Mas, la marca CiU es severamente penalizada por los errores del pasado, el desgaste gubernamental y una respuesta insuficiente ante las sombras de corrupción. A medio plazo, los sectores más inteligentes y regenerados de CDC serán la base de unas nuevas siglas, más allá del paradigma autonómico, ya en descomposición.