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Francesc-Marc Álvaro | El perdó mediàtic
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26 jul 2013 El perdó mediàtic

Carlos Espinosa de los Monteros, alto comisionado para la Marca España, ha pasado por Barcelona para -según informa La Vanguardia– «pedir perdón y limar asperezas» después de que su director adjunto, el diplomático Juan Carlos Gafo, hiciera un tuit donde decía «Catalanes de mierda. No se merecen nada», a raíz de la pitada al himno español en la inauguración del Mundial de natación en el Palau Sant Jordi. Gafo fue depuesto por el ministro de Exteriores y Espinosa de los Monteros ha calificado de «acto irresponsable» el tuit de su excolaborador. El episodio se ha cerrado, aparentemente.

Pedir perdón ante los medios no es fácil. La velocidad vertiginosa de las comunicaciones y la acumulación de mensajes de todo tipo complican mucho este ejercicio que, hoy más que en el pasado, deben hacer muchas figuras que tienen un desliz o, como en este caso, se dejan llevar por la víscera más que por la razón. El problema es que, a pesar de la creciente cantidad de asesores de imagen, directores de comunicación y gestores de redes sociales, nadie ha encontrado la manera ideal de pedir este perdón mediático sin correr el riesgo de ampliar la polémica, empeorar las cosas o dejar a todo el mundo descontento.

A ver. Es cierto que un tuit como el que escribió Gafo es «un acto irresponsable», pero parece evidente que aquello que lo hace inadmisible políticamente no es el hecho de expresar el escaso sentido de la responsabilidad de un alto cargo que cobra de todos los ciudadanos, incluidos los catalanes. La cuestión de la responsabilidad es aquí secundaria y no es lo sustancial que toca debatir en este pequeño conflicto. En todo caso, la responsabilidad de este gesto tendría que ver con la profesionalidad y la inteligencia del exadjunto de la Marca España, factores que tienen un interés político menor aunque sean administrativamente relevantes.

Si un alto cargo del Estado escribe «Catalanes de mierda. No se merecen nada», la película no va de responsabilidad, va de otra cosa más profunda, más incómoda de hablar, más dura de admitir, más inquietante y más impropia de cualquier democracia de verdad. Para que todos sepamos la naturaleza exacta del problema basta con un simple juego de sustitución del sustantivo tabú. Imaginen que Gafo hubiera escrito «Moros de mierda. No se merecen nada» o «Gais de mierda. No se merecen nada» o «Sudacas de mierda. No se merecen nada» o «Católicos de mierda. No se merecen nada».

¿Está claro, verdad? El asunto aparece así tal como es y, entonces, comprendemos que declarar irresponsable a quien expresa este tipo de cosas es una manera (supuestamente elegante) de salvarlo de la condena severa que merece y de cerrar en falso el debate. Como ocurre con un loco que comete un crimen y llega ante el juez dando más pena que otra cosa.

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