28 oct 2013 Càrrecs de goma
El caso de Ester Quintana -que perdió un ojo supuestamente por el impacto de una pelota de goma lanzada por los Mossos el día de la huelga general del 14-N- ha obligado al conseller Espadaler a declarar que se estudiará la sustitución de este material de los antidisturbios. Interior ha perdido la batalla de la opinión pública sobre las pelotas de goma y ya no hay marcha atrás. Manel Prat, director de los Mossos nombrado por el anterior conseller, Felip Puig, continúa al frente del cuerpo pese a las duras críticas de la oposición. Después de la etapa de Joan Saura en esta conselleria tan sensible, se esperaba que la llegada de CiU al Govern representara una orientación más profesional y menos polémica. Desgraciadamente, se suceden las controversias sobre unas políticas que la ciudadanía vive muy directamente.
Se explicaba, durante la etapa de Saura, que los Mossos se sentían muy desmoralizados y abandonados. También se decía que la falta de sintonía entre los responsables políticos y los mandos técnicos había tocado fondo. Uno de los reproches más fuertes que se hacía al entonces president Montilla era haber dado a sus socios de ICV la gestión de un departamento que necesitaba más eficacia y conocimiento que ideología y ganas de complacer a la parroquia.
Puig tenía, a finales del 2010, una magnífica ocasión de demostrar que confiaba más en los profesionales a la hora de nombrar al director de los Mossos, pero prefirió a alguien de confianza política, una opción que Espadaler no ha corregido. Se puede defender que un conseller no sea experto en la materia que le han encomendado si tiene un determinado peso político y ha acreditado capacidad de gestión, pero eso no vale para los cargos que éste tiene por debajo. No se explica que haya algunos directores generales y secretarios de gobierno que no tengan formación ni experiencia en el ámbito que deben dirigir. Un gobierno no es lugar para hacer un máster. Los partidos no tienen lo bastante en cuenta que el primer criterio de reparto de cargos debería ser, además del olfato político, el dominio de una materia. El descrédito también proviene de esta falta de sentido común.
El president Mas ha nombrado consellers de autoridad incuestionable desde el punto de vista político y técnico, como Mas-Colell, Homs, Rigau, Puig, Mascarell o Munté. Ahora bien, la complejidad de una administración como la catalana exige que todos los que toman decisiones en la segunda y tercera línea puedan acreditar -ante funcionarios y ciudadanos- un conocimiento rodado de lo que tienen entre manos. De lo contrario, los problemas tienden a complicarse y el responsable político acaba siendo prisionero de criterios que no puede valorar, de dinámicas que no entiende y de fenómenos que no sabe interpretar.