06 dic 2013 Un home que va voltar
Ayer se cumplieron cuarenta años de la muerte de Eugeni Xammar, uno de los grandes periodistas catalanes de antes de la guerra, poco conocido por el gran público de hoy, probablemente porque nunca quiso ser otra cosa que un hombre de prensa: ni escritor, ni pensador, ni intelectual, sólo un periodista. ¡Sólo! Eficaz, analítico, rápido y predispuesto a captar lo que ocurría a su alrededor con concisión y garra. Xammar fue, al mismo tiempo, un gran patriota catalán y un gran cosmopolita, que pasó la mayor parte de su vida fuera de Catalunya. Es bueno recordarlo hoy, cuando los impostores confunden el cosmopolitismo con coleccionar artesanía exótica, cantar en inglés y conseguir que un crítico de Madrid les otorgue el certificado de buena conducta. Por cierto, el Govern ha hecho bien bautizando con el nombre de Eugeni Xammar la oficina de comunicación que tiene por misión relacionarse con la prensa extranjera.
Xammar escribió mucho pero no es autor de libros, con la excepción de sus monumentales memorias, Seixanta anys d’anar pel món. Con todo, y gracias a la editorial Quaderns Crema y al trabajo de estudiosos como Xavier Pla y Joaquim Torra, disponemos de algunos volúmenes que reúnen trabajos periodísticos y cartas del inquieto informador. Hombre de opiniones contundentes -a veces abruptas- y carácter, no se mordía la lengua ni tenía la obsesión por quedar bien, una actitud que no le impidió el cultivo de la amistad entre sus compañeros, desde Pla (a quien admiraba) hasta Julio Camba. Dicho esto, hay dos constantes en Xammar que son de una actualidad y de una oportunidad incuestionables: era un catalán nada acomplejado de su identidad y era un feroz crítico del provincianismo que infectaba (y todavía infecta) Catalunya. Ahora, cuando hay quien se atreve a comparar el centro cultural del Born con el Valle de los Caídos y se tilda de nazis a los demócratas, es saludable invocar el espíritu de un catalán que luchó contra los que sufren idiocia reiterada.
En un artículo de 1967, publicado en París, Xammar escribe: «El provincialisme català, les seves obres, els seus actors, és un fenomen social que no em deixa dormir tranquil». Lo dice a propósito de la desfiguración que el régimen hizo de la figura de Prat de la Riba, una operación que -como se había hecho antes con Joan Maragall- pretendía explotar la memoria de un icono del catalanismo, para dar al franquismo un barniz catalanesco. Xammar se indignó ante esta maniobra de la dictadura y lo denunció con su lucidez habitual.
Hace pocos días, Ramon Parellada, el propietario del restaurante Senyor Parellada y de la fonda Europa, de Granollers, me explicó que Xammar fue su peculiar profesor de francés cuando, siendo un niño, le dio un libro de Verne y le dijo: «Llegeix!». Todo un lujo.