13 dic 2013 Dispareu al conseller
Antes de decir lo que quiero decir, algunas previas, para evitar los malentendidos y reducir el nivel de sensibilidad extrema de los gremios de la cultura, la cultureta y la culturilla del país. Primera: vi lamentable y un error que la Conselleria de Cultura decidiera poner fin a la etapa de Vicenç Altaió al frente del Centre d’Arts Santa Mònica porque considero que es un generador y organizador excelente de acontecimientos culturales de alto nivel, siempre atento a las nuevas corrientes y proclive a una visión interdisciplinaria. Segunda: no conozco personalmente a Bibiana Ballbè, no formo parte de su círculo de amigos ni he seguido especialmente sus programas. Tercera: no tengo ningún tipo de relación contractual ni de colaboración con el actual Departament de Cultura ni nunca he querido pedir -por ejemplo- que la Institució de les Lletres Catalanes me pague dinero por escribir un libro.
Estos días hemos asistido al linchamiento ritual de la periodista Bibiana Ballbè, a raíz de unas informaciones sobre el Arts Santa Mònica. Digo linchamiento porque se ha tratado a Ballbè con un ensañamiento inusual y -a mi entender- totalmente desproporcionado. Desde determinados entornos culturales, se ha disparado contra esta persona con una mala sombra digna de otras causas más importantes. Le tenían ganas, es obvio. También es curioso que Jordi Sellas, director general, cargara contra Ballbè en un primer momento y que hasta ayer no diera explicaciones, en una carta en este periódico. Algunos llegan a la política sin saber qué es la política ni a qué obliga. Aún más extraño es que un político experimentado como Mascarell se haya puesto de perfil tan descaradamente y haya dejado asar a fuego lento a una persona a quien encarga unos trabajos.
Mi conclusión: muchos supuestos perjudicados por la gestión de Mascarell han aprovechado que ponían a Ballbè en la barraca de feria para disparar contra ella. Es más fácil y menos expuesto que disparar contra Mascarell. Se dice en los ambientes culturales -y ahí le duele- que el conseller ha cuidado más a unos sectores y creadores que a otros. Los que se sienten maltratados, es comprensible, se hacen oír. A esto se le ha dado un argumentario previsible, según el esquema descrito por Umberto Eco en los setenta: los apocalípticos y nobles artistas denuncian el protagonismo de los integrados, encarnados en Ballbè, televisiva y superficial, que profana el templo de la alta cultura, puaj. Como si fuera la primera vez. Ahora bien, muchos de los mismos -sobre todo los maduros- que disparan contra Ballbè también atacaban al conseller Cahner, por todo lo contrario. Esta falsa polémica -rellena de imposturas y corporativismos- es de la misma liga absurda que el debate sobre la camiseta del Barça en el monumento a Colón.