31 ene 2014 Uns horaris civilitzats
Somos los europeos que hacemos unos horarios más absurdos y eso tiene unos efectos nefastos sobre la vida laboral, familiar y social. Estamos tan acostumbrados a ello que no notamos de qué mala manera funcionamos. Un grupo de expertos quiere influir en las instituciones y empresas de Catalunya para cambiar esta pésima organización del vivir. Este miércoles se presentó el colectivo Ara és l’Hora, que se define como una «iniciativa para la reforma horaria» y que trabaja para «consolidar el factor tiempo como variable relevante en la búsqueda de crecimiento y bienestar». Se trata de un lobby que quiere conseguir un objetivo que nos beneficiará a todos: un horario laboral de 9 a 5 con un máximo de una hora a mitad de la jornada para comer, como hacen en la mayoría de los países de nuestro entorno. Es de sentido común.
El promotor de la iniciativa, Fabian Mohedano, ha explicado a Vilaweb que «los horarios de ahora hacen que tengamos una baja productividad; que las empresas consuman más luz y, por lo tanto, haya menos ahorro energético; que tengamos una vida no tan saludable, porque dormimos una hora menos que el resto de europeos; también debilitan la democracia, teniendo en cuenta que estos horarios hacen imposible la actividad social comunitaria, política, dado que la franja de edad de entre treinta años y cincuenta es la época de cuidar de hijos y abuelos, y sólo algunos determinados perfiles, sobre todo hombres, pueden hacer esta actividad social». Administraciones, empresas y sindicatos no pueden seguir eludiendo la cuestión.
Tener almuerzos larguísimos o salir del trabajo cuando ya es de noche no tiene nada a ver con los tópicos alegres de una cultura mediterránea que disfruta de muchas horas de sol. Como subrayan los miembros de este grupo, tenemos unos horarios que son herencia del franquismo y de los hábitos que introdujo el desarrollismo, las horas extras y el pluriempleo masculino. Todo ha cambiado. ¿Por qué no copiamos bien a nuestros vecinos? A partir de las 5, no hay que llamar a nadie por trabajo a Lisboa, París, Londres o Berlín. Si ellos lo hacen, nosotros también podemos. Es un punto más de civilización.
Ahora que el día empieza a ser más largo, ahora que da gusto salir a pasear por la tarde con la familia y los amigos a desafiar los malos augurios, todos somos más conscientes del desbarajuste horario. Ojalá este lobby sea escuchado, ojalá sus propuestas no acaben en la pila perdida de las buenas intenciones. Si queremos una política que conecte más con la realidad, debemos empezar por lo que parece más pequeño y concreto. Si aspiramos a ser ciudadanos y no figurantes, podemos escribir en una Constitución que queremos ser felices y también podemos hacer todo lo posible para llegar a casa antes de que nuestros hijos duerman.