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Francesc-Marc Álvaro | Súmate trenca tòpics
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06 feb 2014 Súmate trenca tòpics

Hay algo que irrita más a cierta gente que un independentista catalán y es un independentista catalán que se exprese en castellano y, encima, reivindique sus raíces andaluzas, murcianas, extremeñas o castellanas. ¿Por qué molesta tanto al centralista, al falso federalista y al inmovilista que haya ciudadanos de Catalunya que quieran construir un nuevo Estado y, al mismo tiempo, se sientan vinculados a referentes culturales y sentimentales que no son la barretina, la Moreneta o el Barça? ¿Por qué hay quien se enfada cuando comprueba que el movimiento soberanista también incluye a muchos Fernández, Ruiz o Martínez? La respuesta es evidente: porque borra dos mentiras, la de un nacionalismo étnico y la de un proyecto que fractura la sociedad catalana.

A partir de ahora, este tipo de falsedades son combatidas de manera eficaz por unos catalanes cuyo coraje y compromiso merecen ser subrayados. Hablo de Súmate, una asociación que se presentó en Barcelona el pasado viernes en el auditorio de CC.OO., pero que lleva funcionando desde el verano. Súmate reúne a catalanes soberanistas castellanohablantes, algunos procedentes de varios lugares de España y otros que son hijos de personas llegadas hace décadas, cuando la inmigración peninsular fue más alta. En su manifiesto fundacional, esta entidad afirma: «Tenemos derecho a decidir qué futuro queremos y estamos convencidos que un Estado propio va a beneficiar al conjunto de los catalanes, sobre todo en la Catalunya popular y metropolitana, la que concentra la mayoría de parados, de familias empobrecidas y que más sufre el desmantelamiento de los servicios públicos». Se trata de un ejemplo claro del carácter cívico del soberanismo, que no se basa en la procedencia de los individuos sino en la voluntad de formar parte de una comunidad que se siente nación. Paco Candel lo supo retratar con precisión cuando todavía el franquismo influía sobre nuestras vidas. Los que tenemos padres o abuelos que eligieron Catalunya para ganarse la vida sabemos perfectamente que la riqueza principal que tenemos es la mezcla. «Catalunya será impura o no será», como dice el amigo Lluís Cabrera.

Súmate molesta y por eso es imprescindible. Molesta a los que anuncian el enfrentamiento civil cada día porque quieren atizarlo, a los que piensan que hay inmigrantes perpetuos, a los que repiten tópicos rancios sobre «ellos» y «nosotros». Súmate molesta a Susana Díaz -que habla como si los catalanes con raíces andaluzas fueran de su propiedad- y molesta a Esperanza Aguirre, que sólo conoce a catalanes de un determinado círculo. Y también molesta a Sánchez-Camacho y a Rivera, que basan sus discursos en dar por hecho que un castellanohablante es siempre alguien que acepta el marco vigente. Finalmente, Súmate molesta a los que se tragaron la tesis falsa que presenta el catalanismo como un instrumento perverso de la burguesía. Molesta tanto que los profesionales del odio hablan de los miembros de Súmate como de «charnegos agradecidos».

De la asistencia al acto de Súmate extraigo tres constataciones: la mejor y más sentida defensa de la inmersión lingüística la hacen los catalanes que tienen como lengua materna el castellano; la mejor denuncia del trato fiscal injusto la hacen los catalanes que viven en los barrios que acogieron a más gente durante los años sesenta y setenta, y el argumento más convincente para exigir un referéndum es recordar que eso es un deber para con «nuestros hijos y nuestros nietos». La apelación a la familia fue una constante en todos los oradores del acto del viernes, empezando por Eduardo Reyes, presidente de Súmate, un catalán de Córdoba que, de joven, había boxeado, experiencia que le irá bien para resistir en «este fregao», que así lo llama. Querer una Catalunya independiente pensando en las generaciones que suben confirma que el motor de este movimiento no es la añoranza por el pasado sino la necesidad de distribuir el poder y el bienestar más justamente. La única épica que vale es la de quien ha trabajado de lo lindo y se ha hecho un lugar en un país donde funciona el ascensor social.

La aparición de Súmate no es sólo una buena noticia para los demócratas en general y los soberanistas en particular. Es también una invitación seria a repensar qué es hoy la catalanidad, entendida como una identidad dinámica y compleja que absorbe influencias diversas, las fusiona y las proyecta globalmente. El enemigo principal de una Catalunya independiente sería una Catalunya cerrada y purista. En 1996, escribí unos artículos en Avui sobre el papel que el catalán tenía en relación con la catalanidad, el catalanismo y la creación de conciencia nacional. En uno de ellos, que titulé premonitoriamente en castellano «Viva Cataluña libre», planteaba -a raíz de un libro de Eduard Voltas sobre la guerra lingüística- que «muchos castellanohablantes podrían identificarse más fácilmente con un proyecto de nación soberana si la lengua catalana no fuera vista como un peaje para esta adhesión colectiva, sino como una conclusión lógica a la que llegar finalmente cuando se ha entrado en contacto con una argumentación política». En aquel tiempo, sin embargo, el independentismo en castellano parecía una broma. Hoy, es una realidad que rompe tópicos y ensancha la democracia.

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