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Francesc-Marc Álvaro | El PSC i la consulta
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16 jun 2014 El PSC i la consulta

En el soberanismo existe la esperanza de que el PSC que salga del congreso extraordinario del 20 de julio pueda acabar sumándose al bloque favorable al derecho a decidir, el que integran CiU, ERC, ICV-EUiA y CUP. En la práctica, eso significaría que los socialistas -al estilo de los ecosocialistas o de Unió- apoyarían la celebración de la consulta sobre el futuro de Catalunya sin necesidad de convertirse en una opción independentista. Hay que admitir que es una esperanza algo ingenua, en la medida en que todos los indicios apuntan al mantenimiento del control del PSC por los de siempre, los que no quieren arriesgarse a hacer lo que pide el sector crítico, fuertemente castigado durante la etapa de Navarro. Dilema: ¿un partido en la nueva centralidad o un partido sólo del Baix Llobregat?

La incorporación del PSC al consenso sobre la pregunta y la fecha de la consulta daría más musculatura parlamentaria al derecho a decidir a la vez que separaría el socialismo catalán de los dos partidos ajenos a la tradición catalanista presentes en la Cámara catalana. Tal como se encuentra el PSOE hoy, este giro no sería imposible, siempre que saliera de una mayoría firme en la nueva dirección del PSC. Entonces, PP y C’s se quedarían solos negando el derecho de los catalanes a ser preguntados, el bloque minoritario en Catalunya, al cual la democracia da mucho miedo.

Dos entrevistas en este diario ponían en evidencia que la consulta tiene cada día más apoyos, incluso entre algunos que no son independentistas pero que entienden que, a primeros del siglo XXI, hay que escuchar a la ciudadanía cuando hay un problema de envergadura. Desde casa, Antón Costas, presidente del Cercle d’Economia, es clarísimo: «Primero, hace falta una consulta. La consulta es un mecanismo que, tarde o temprano, cuando hay un porcentaje tan elevado de gente que la pide, hay que hacerla, hay que encontrar la manera de conocer que magnitud y consistencia tiene esa demanda. Tiene que ser legal, acordada y bien informada». De fuera, el eminente intelectual y político canadiense Michael Ignatieff también es rotundo: «Si los catalanes demandan un cambio constitucional o un proceso de consulta, se les ha de oír y hallar entre todos una solución política».

Ni Costas ni Ignatieff son partidarios de la secesión pero son demócratas de veras. Y personas documentadas. En este sentido, y después de leer la magnífica entrevista de Cymerman al papa Francisco, me doy cuenta de que los asesores de Bergoglio van muy despistados al no explicar al Santo Padre que hablar «de una nación sin un antecedente de unidad forzosa» en relación con Catalunya es un grave error. Y una pena, porque en el Vaticano hay unos cuantos que saben que, hace trescientos años, la Nueva Planta fue impuesta a la sociedad catalana por la fuerza de las armas y la represión sistemática.

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