25 sep 2014 Se’ns acusa de no matar
Decidí, hace mucho tiempo, que reprimiría al máximo las ganas de responder a los artículos y discursos que, en vez de plantear un debate serio sobre la posibilidad de la independencia de Catalunya desde el punto de vista de los que son contrarios a ella, eran perpetrados sólo para mentir, insultar y desfigurar las acciones y las ideas del otro. Sin embargo, cuando quien habla no es un resentido irrelevante, ni un profesional de la ocurrencia, ni un funcionario de la hegemonía perdida, sino un dirigente político, un empresario de éxito o un famoso con proyección, la cosa cambia. Y todavía cambia más si el mensaje que se da resulta que ofende de manera directa a mucha gente. Me refiero al último hit de Rosa Díez, líder de UPyD, palabras que, en otros lugares, provocarían la dimisión de quien las pronuncia.
Díez declaró, la semana pasada desde Gijón, que «si no fuera porque en Euskadi nos mataban, yo diría que lo de Catalunya es peor», en alusión al movimiento soberanista catalán. Lo han leído bien, pueden respirar hondo y continuar. La máxima dirigente del partido que aspira a tener la llave de la gobernabilidad añadió que, en su tierra, «teníamos lo peor y también dimos de sí lo mejor». Y, para rematar, esto: «Como en Catalunya durante tantos años todo ha sido tan calladito, todo era tan civilizado, todo parecía tan europeo, tan bien, ha ido germinando este nacionalismo verdaderamente peligroso para la convivencia que hoy ya nadie se atreve a decir que es peligroso». Retengamos esta joya. Estamos ante unas palabras de un valor incalculable: dicen mucho con poco. Y revelan con iluminadora claridad el pozo negro ideológico en el cual se basa el proyecto de esta señora y de algunos más que la siguen y amplifican.
En primer lugar, Díez hace una relativización implícita de la violencia política y del significado que esta tiene a la hora de analizar y comparar realidades históricas, aberración intelectual que sorprende en alguien que ha sufrido la amenaza terrorista. Matar o no matar no es sólo una raya metodológica en la lucha por el poder, es también una raya moral que no se puede desligar de la naturaleza de un movimiento o de los fundamentos legitimadores de una causa. ¿De qué manera es «peor» -para utilizar su terminología- una lucha basada en métodos pacíficos que una lucha que -en un marco democrático- usa pistolas y bombas? Díez no lo explica. Sólo tira la piedra. Se limita a sugerir que el caso catalán es peor porque el soberanismo ha aparecido tranquilamente y eso lo hace sospechoso. Nuestra perversión, según ella, es ser «civilizados». La conclusión es terrible: los que matan no engañan y son claros mientras que un movimiento que hace manifestaciones multitudinarias de gente dándose las manos tiene que ser necesariamente tramposo.
En segundo lugar, sus palabras ignoran la memoria colectiva de la sociedad catalana, golpeada también por ETA varias veces. ¿Le suena a Díez el atentado de Hipercor? ¿Tuvo noticia del ataque contra el cuartel de Vic? ¿Hace falta que le mencionemos el nombre de Ernest Lluch? En Euskadi, en Catalunya, en Madrid y en muchos lugares de España, el mensaje de la líder de UPyD hace daño a mucha gente. ETA no mataba sólo en Euskadi, mataba donde podía. Yo tengo amigos que fueron amenazados por los etarras y son catalanes que vivían y viven en Barcelona. No sé si la sociedad catalana, cuando dio lo mejor rechazando la violencia, fue igual, superior o inferior moralmente a la sociedad vasca, sólo sé que Catalunya, por ejemplo, gestionó con acierto -de acuerdo con el Gobierno español- el fin de Terra Lliure y el paso a la política democrática de una parte de sus miembros y simpatizantes. Por cierto, en esta operación tuvieron un papel clave los dirigentes de ERC de hace unos años, como Àngel Colom, hoy criminalizado por el ministro del Interior.
En tercer lugar, Díez pone en evidencia que su objetivo verdadero es prohibir una idea -la independencia de Catalunya- y que eso le sería mucho más fácil (obviamente) si aquellos que la defienden utilizaran Goma-2 en vez de montar mosaicos de colores con la participación de más de un millón de personas, abuelas y niños incluidos. Como no puede decir que el soberanismo mata dice que es «peligroso para la convivencia». ¿En qué hechos fundamenta esta afirmación la señora Díez? ¿Ha visitado Barcelona durante la última Diada? ¿Dónde está la kale borroka soberanista? ¿Cree que si mi cuñado y yo mantenemos posiciones diferentes sobre esto el país se rompe? ¿Por qué divide más hablar de independencia que hacerlo sobre el aborto o sobre energía nuclear? ¿Estamos los catalanes menos dotados que los escoceses para desarrollar un debate de este tipo?
Hannah Arendt escribió que «la violencia puede destruir el poder, pero es del todo incapaz de crearlo». En Euskadi han tardado mucho en darse cuenta de ello, desgraciadamente. El movimiento soberanista catalán, en cambio, parte de esta premisa y por eso es radicalmente pacífico y pide que se pueda hacer una consulta en la cual todos digan su opinión. Si una mayoría de la ciudadanía eligiera, llegado el momento, la independencia, el objetivo no sería ir contra España, por descontado, sino edificar un país nuevo, donde todo el mundo pueda vivir sin estar bajo sospecha.