22 dic 2014 Saber fer gol
Si esto del proceso soberanista fuera un partido de fútbol, diríamos que el problema es saber marcar gol. La política sin goles es un pasatiempo para diletantes. El gol, he ahí el objetivo importante. Si no eres resultadista en política, eres un tonto o un amateur. El soberanismo ha demostrado que destaca en el «jogo bonito» y, en cambio, tiene grandes dificultades para chutar a puerta. El misterio de los misterios: ¿cómo pasar de la movilización de la calle a la ejecución de una estrategia que no desperdicie la oportunidad? Nos lo hemos preguntado muchas veces. La buena gente que se ha puesto camisetas amarillas y rojas y ha hecho todas las performances que se le han propuesto, ahora no entiende qué pasa entre Mas y Junqueras. Hay un cierto desfibramiento del personal, para decirlo con una palabra cara a Pla.
Desfibramiento al cual debe contribuir la última encuesta del CEO (retrocede un poco el independentismo), las ansiedades que provoca Podemos y las discrepancias en el interior de la ANC, que corrige su mensaje después de abonar la lista unitaria y ahora dice querer quedar al margen del debate sobre el tipo de candidatura que conviene más a la victoria del soberanismo. Cuidado con los golpes de volante. Este desfibramiento no debería ser despreciado por nadie y tiene efectos preocupantes. Por ejemplo, en un contexto de más unidad, la dimisión del fiscal general del Estado se habría celebrado en Barcelona como lo que es a ojos de cualquier finlandés: una derrota del estilo intervencionista del Ejecutivo Rajoy.
El miércoles, a preguntas de Jordi Basté, dije que las informaciones apuntan que Mas y Junqueras no llegarían a un acuerdo mientras la teoría permite pensar que los dos perderían demasiado en caso de que no supieran convertir la energía que surgió del 9-N en un momento de alta política o en un gol espectacular, para continuar con el símil deportivo. Es la necesidad de escuchar a la gente lo que debe facilitar el pacto entre los dos máximos dirigentes del soberanismo político, no la generosidad, sobre todo cuando esta es invocada tan a menudo. La teoría general del pacto conecta con una ética de la responsabilidad que el president puso en primer término cuando anunció su hoja de ruta, un compromiso que no tiene marcha atrás. En cambio, cuando el jefe de la oposición se lamenta de que Mas no le quiere lo bastante, o cuando propone cederle la presidencia si ERC fuera la opción más votada, ubica la discusión en un terreno nebuloso de psicologismos embrollados, que recuerda una cortina de humo.
Los catalanes podemos complicarnos las cosas de manera innecesaria hasta límites que dan risa. Mientras, parece que alguien, en Catalunya, aspira hoy a imitar en lo más negativo a Yasir Arafat, histórico líder palestino del cual se decía que nunca desperdiciaba la oportunidad de desperdiciar una oportunidad.