01 may 2015 Festa sense tòpics
No se la pierdan. En Barcelona se puede ver hasta este domingo 3, en el Museu d’Història de Catalunya, y después irá a Berga, Tarragona, Tortosa y Olot. Les hablo de una exposición sobre La festa popular que lleva un subtítulo tan sugerente como necesario: La catalanitat cívica. Creo que por una serie de prejuicios muy asentados entre ciertos prescriptores culturales esta exposición no ha tenido el eco que se merece y es una pena. Porque, a pesar de ser una muestra modesta como corresponde a una época de austeridad, se trata de un magnífico y muy esmerado relato y recorrido por la realidad festiva de los catalanes más allá de los tópicos. Su comisario, Bienve Moya, me resume así el origen del proyecto: “yo quería escribir un ensayo sobre la catalanidad cívica y al final me ha salido en forma de exposición, que también es un tipo de escritura”. Moya es de las personas que más sabe de fiestas y de la relación de éstas con el contexto social y político. Además, desde los años setenta, ha sido uno de los principales promotores de la reinvención festiva en Barcelona y otras poblaciones, cuando había que superar las adulteraciones perpetradas por el franquismo.
El enfoque de esta exposición rompe la dualidad falsa entre tradición y modernidad. La fiesta contemporánea es el resultado de una constante reinterpretación de elementos antiguos y de una fusión con elementos nuevos. En Catalunya, este fenómeno acaba confluyendo con la recuperación del catalán y la generación de una cultura popular desde el catalanismo, realidades que no se pueden entender sin la capital de Catalunya y la red de ciudades medianas que articulan un sistema mediático, escolar y asociativo que multiplica las iniciativas. Catalanidad cívica, catalanidad obrera –como explicaba Termes- y catalanidad abierta al mundo, que combinaba la sardana y los deportes, el Corpus y las proyecciones de cine, los bailes de América y los Juegos Florales. Con la creación de una sociedad de masas donde la velocidad y la electricidad imperan, la fiesta se consolida como un espacio de reencuentro de la gente con la gente.
La muestra rompe tres ideas falsas muy presentes en personas que se pretenden informadas: que la cultura popular tradicional es rural, que es un fósil, y que responde a lógicas de represión de los poderes. Nada de nada. La narración de Moya subraya la naturaleza urbana y urbanita de la fiesta, su carácter dinámico y evolutivo (sólo capado en dictadura) y su potencial transgresor, liberador y –cuando hace falta- revolucionario. Además, la fiesta dialoga con los creadores, especialmente con las artes escénicas y plásticas. Hoy, cuando todo parece en manos del mercado y del turismo masivo, nuestra fiesta todavía ofrece una dosis de energía y de misterio que no se puede vender ni comprar.