18 may 2015 Relleu al motor
El papel que ha jugado la Assemblea Nacional Catalana (ANC) es más importante de lo que parece. Buena prueba de lo que digo son los ataques constantes que recibe desde instancias del Estado y los medios que pretenden la criminalización del nuevo soberanismo. La ANC supo interpretar el cansancio y la indignación de una parte central de la sociedad ante el bloqueo autonómico, la recentralización y la catalanofobia. Su mérito principal es articular este malestar en un movimiento pacífico transversal capaz de grandes manifestaciones -de una magnitud excepcional en la Europa actual- que han conseguido marcar la agenda política y dar visibilidad internacional al problema de la nación catalana.
La coincidencia de la aparición de la ANC con un fuerte descrédito de la política convencional ha reforzado la confianza popular en un organismo que ha buscado superar las limitaciones propias de los partidos pero sin intención de sustituirlos. Todo el protagonismo de la ANC pivota sobre esta compleja triangulación: desde la calle, al lado de las formaciones soberanistas y con voluntad de complementar y acompañar el frente institucional. Como motor del proceso, la ANC ha tenido aciertos magníficos y algún resbalón, con la dificultad añadida de navegar en las tensiones del bloque soberanista.
El recambio en la presidencia de la ANC se ha hecho con más tranquilidad de lo que algunos pensaban. Carme Forcadell ha sabido liderar una plataforma donde hay sensibilidades diversas, y ha gestionado con habilidad un capital de ilusión colectiva que constituye la fuerza principal de un movimiento histórico que parte del viejo catalanismo e incorpora dos reclamaciones universales de este siglo XXI: profundizar en la democracia y repartir el poder de manera más justa y horizontal. El nuevo presidente, Jordi Sánchez, tiene ante sí el reto del 27-S, elecciones que nos dirán el peso y la fuerza real de la ciudadanía partidaria de la independencia.
Sánchez es un hombre bien preparado y respetado dentro y fuera del universo soberanista. Acostumbrado al diálogo y al acuerdo, de él cabe esperar que contribuya a rebajar las desconfianzas entre convergentes y republicanos, que facilite la suma de la CUP a los consensos a la vez que crea complicidades con entornos de partidos que se han quedado en el derecho a decidir. Es inteligente que Sánchez remarque que el soberanismo todavía debe trabajar para asegurar una mayoría social incontestable, y que diga que hay que llegar a todos los rincones del país para explicar bien que la independencia tiene que ver con el progreso de las personas y una mejor calidad de vida. Un empate no servirá. Durante los próximos meses, el soberanismo no puede cometer error alguno.