01 jun 2015 Les coses clares
El largo verano del soberanismo será corto. Porque, pase lo que pase en las catalanas, el 28 de septiembre entraremos en una nueva etapa. Aplastamiento del sueño o desconexión activada son las dos posibilidades, pero también hay que considerar una hipótesis muy embrollada, muy diabólica, muy catalana: el empate o casi empate que lleva a pudrir la oportunidad y crea desconcierto. Por eso, de la larga entrevista con el president Mas que ayer publicó La Vanguardia, yo destaco una frase, que permite entender la magnitud del reto sin eufemismos: “las dos cosas estarán en juego en estas elecciones: quién lidera y cuánto sumamos entre todos”. Por orden: sumar y dirigir.
Si el soberanismo no suma, ay: el Estado pasará el rodillo sobre el movimiento por la independencia y alguien escribirá la versión posmoderna de aquella falsa ruta de Ferran/Fernando Valls Taberner. En cambio, si el soberanismo suma, el primer reto será constituir un Govern de transición que, a partir del equilibrio de fuerzas del bloque soberanista, conduzca el proceso y gestione el día a día; en este caso, el candidato de la lista más votada tendrá la principal responsabilidad del impulso político de una empresa sin precedentes. Sea Mas, Junqueras, un dirigente de la CUP u cualquier otro, el 28 de septiembre hará falta que un político se haga cargo de la apuesta histórica. Hasta ahora, quien ha puesto la cara institucional es Mas, por eso pende sobre él una querella de la fiscalía general. El proceso viene de abajo, implica a muchos actores pero, a la vez, necesita un mascarón de proa.
Una vez se cerró el debate sobre la lista unitaria, las de septiembre serán plebiscitarias y también sobre izquierda-derecha e, inevitablemente, como unas presidenciales para elegir quien se pone a la cabeza de una transición/desconexión que tiene implicaciones de gran calado. En este sentido, las municipales nos envían un doble mensaje, quizás contradictorio: las izquierdas ganan peso dentro del soberanismo pero los moderados neosoberanistas siguen siendo los más votados. La competencia entre opciones partidarias de la independencia será dura y vendrá influida por otros factores, como las expectativas de la supuesta nueva política, la que tiene como primer objetivo “echar a Mas”. La misma que descubre que “sumar multiplica”.
Mas está cansado de hacer de mascarón de proa del proceso mientras entornos soberanistas puristas le golpean a diario con la sospecha de la traición. Por eso el president da a entender, a preguntas del director de este diario, que sólo continuará si gana: “Si la gente de Catalunya decide que eso tiene que cambiar de manos, yo no seré ningún obstáculo”. Algún rival de Mas se pone muy nervioso cuando le comentan que, tal vez, tendría la enorme oportunidad de “hacer historia” solito, sin que le hiciera sombra un converso de última hora.