15 jun 2015 La Unió del president
Duran Lleida ha ganado por la mínima la consulta a la militancia de Unió Democràtica sobre el proyecto de la independencia de Catalunya. A la espera del voto por correo y teniendo en cuenta el fuerte control del aparato, se puede afirmar que se trata de una victoria pírrica del sector oficialista y de una victoria moral del sector soberanista. Este ejercicio de democracia interna ha solemnizado que dentro del histórico partido conviven hoy dos sensibilidades muy alejadas, algo que quizás exigirá la celebración de un congreso extraordinario. Por mucho que Espadaler negara ayer la evidencia, Unió se ha partido en dos.
Sería una lectura superficial atribuir la fractura de Unió al soberanismo. Lo que ha dividido de verdad a la militancia democristiana es el bloqueo del autogobierno, la recentralización del Estado impulsada por los gobiernos españoles y la falta de un escenario reformista –la llamada tercera vía- alternativo al proyecto de la independencia. En la medida en que Unió ha sido el socio pequeño de CDC desde 1979 era imposible que no acusara una crisis que ha roto una de las dos patas clásicas del catalanismo político, la del intervencionismo en la política de Madrid a cambio de graduales avances autonómicos. Mientras la CDC de Mas asumió el postpujolismo como una época nueva, la Unió de Duran ha intentado existir al margen del conflicto, ensayando una posición que quería ganar tiempo a la espera de un Cameron español.
La consulta interna en Unió no ha sido sólo una forma de medir el independentismo de las bases, también ha sido un plebiscito sobre el liderazgo de Duran y un desafío de este a la autoridad de Mas como líder del bloque soberanista moderado. El sí a la pregunta rebuscada implicaba un no a la claridad del president. En este sentido, Duran no sale reforzado mientras Mas no tiene otra opción que ejercer su autoridad sin dilaciones. Que todos los consellers democristianos del Govern -incluida la vicepresidenta querellada por el 9-N- se hayan puesto explícitamente al lado de Duran es relevante, sobre todo si se considera que la prioridad de la federación debería ser blindar la credibilidad del president. Sólo las formas elegantes y contemporizadoras de Mas han evitado, hasta hoy, la crisis. Ni Pujol ni Maragall habrían tenido tanta paciencia.
Mas no quiere ser acusado de romper CiU ni quiere alimentar el victimismo fácil del sector oficialista democristiano. Pero Mas no puede andar ni un metro más con una mochila que se le clava a la espalda como un puñal. ¿Solución? Lo que ya forma parte de su estrategia de cara al 27-S: dar a conocer su programa así como la lista transversal del sí-sí, construida sin los condicionantes orgánicos de CiU. En esta candidatura, al lado de independientes y figuras de CDC es seguro que habrá políticos soberanistas de Unió, llamados a título particular.