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Francesc-Marc Álvaro | CiU i els espais
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19 jun 2015 CiU i els espais

Los partidos pasan, los espacios socioelectorales se transforman, las sociedades no son estáticas. ¿Dónde está hoy Acció Catalana, el Partit Obrer d’Unificació Marxista, la Lliga Regionalista o el Partit Republicà Català? Ya no existen. Las marcas, en política, tienen importancia pero todavía la tienen más los espacios. Los partidos son marcas y, sobre todo, son herramientas para hacer funcionar la democracia y representar la voluntad popular. Unas herramientas que –todos están de acuerdo en ello- tienden a oxidarse y deben ser actualizadas a la luz de un mundo que cambia a gran velocidad. El proceso soberanista ha acelerado el desgaste de las marcas y ha intensificado el redibujo de los espacios. Lo que hoy pasa en CiU y lo que hace días pasa en el PSC no es más que el impacto de la vida insumisa sobre las estructuras. Ni más ni menos. Son hechos de gran trascendencia pero no son una tragedia, excepto para los que piensan que los partidos son un fin en sí mismos.

Unió se ha roto –parece- por la mitad y la federación que formaban CDC y Unió se ha acabado. Eso pasa a pocos meses de unas elecciones que –se quiera o no- tendrán un carácter excepcional. Desde el 2010, la transformación de una parte central y activa de la sociedad catalana ha influido directamente sobre los partidos, especialmente sobre los que ocupaban el medio del campo, CiU y PSC. Hay muchos sabios que repiten que Mas se equivocó cuando, después del Onze de Setembre de 2012 y después de la negativa de Rajoy a hablar de un nuevo pacto fiscal, anticipó los comicios y perdió 12 diputados. Nunca sabremos qué hubiera pasado si el líder convergente hubiera desoído el clamor soberanista, pero quizás habría perdido mucho más. Tampoco sabremos nunca si Mas perdió votos por coger la estelada, por los recortes o porque Duran decía lo contrario de lo que decía él.

Una regla de la política asegura que la división es castigada por los electores. Eso es así en situaciones convencionales. Ahora, en cambio, estamos en un momento especial y sin precedentes. El final de CiU no es una fractura sino una clarificación, un hecho que contribuye a redefinir un espacio que no se puede leer con la vieja plantilla del mundo autonómico. La manera de sumar que tiene Mas de cara al 27-S consiste en evitarse indefiniciones y deslealtades que erosionaban su credibilidad como presidente y candidato. Esta es la apuesta de Mas: crear una herramienta nueva –su lista- para sumar votos variados que articulen un espacio amplio, que permita fortalecer y ampliar la mayoría soberanista, desde el centro y con un talante moderado pero comprometido con el objetivo de la independencia. Muchos de los que ahora critican que Mas tome este camino son los mismos que llevan años atacándolo y queriéndolo destruir políticamente.

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