18 sep 2015 Corbyn i Judt
Me pregunto qué diría Tony Judt de la elección de Jeremy Corbyn como nuevo líder del Partido Laborista. El historiador inglés -que murió hace cinco años- hacía una defensa abierta y muy inteligente de las conquistas de la socialdemocracia sin renunciar a los valores del liberalismo como corriente liberador -indispensable- de los individuos y los pueblos. Todo el mundo especula sobre el significado y el recorrido del liderazgo de este diputado rebelde al frente del laborismo y yo echo de menos la voz afinada de aquel judío que combinaba como pocos el pragmatismo británico, el compromiso europeo (con un pie en el Este) y una perspectiva crítica ampliada desde Nueva York. De momento, constato la prisa de algunos para compararse con Corbyn.
Viraje a la izquierda, dicen las crónicas. El primer y fresco Tony Blair fue un viraje al centro, bendecido por el académico Giddens. Después, cuando el vendedor de la tercera vía perdió la magia, se habló de viraje a la derecha. Sin la guerra de Iraq se hablaría de Blair con más justicia. La ley del péndulo ideológico es vieja. Judt escribió esto poco antes de fallecer: «La izquierda ha fracasado en responder eficazmente a la crisis financiera de 2008, y, de manera más general, al alejamiento del Estado y al acercamiento a los mercados en las tres pasadas décadas. Sin ninguna historia por explicar, los socialdemócratas y sus com-pañeros liberales y demócratas han estado a la defensiva durante una generación en que se han excusado por las propias políticas y han sido tímidos a la hora de criticar las de sus opo-nentes».
Una historia por explicar. La política democrática es resolver problemas y transformar la realidad en beneficio de las personas, pero si no tienes una historia no harás nada. Judt -que era la antítesis de los posmodernos- asumía que un político sin narrativa potente no es nadie. ¿Qué historia explicará Corbyn? Después de décadas de hacer de oposición al bloque oficial de su partido, ahora debe cambiar de chip. Corbyn desprende autenticidad y franciscanismo, no parece prisionero de los códigos mediáticos, está convencido de nacionalizar ciertos servicios y ha mostrado su simpatía por Evo Morales, Hugo Chávez y Hamas. ¿Eso es el pasado o el futuro? ¿Qué respondería Judt?
Otro inglés, Bernard Crick, nos advirtió -hace años- de los peligros de lo que denominó «política estudiantil» y que identificó con la política testimonial, poco acostumbrada a salir de los grandes principios. Es un riesgo no exclusivo del laborismo. El mismo Crick observó algo que ahora hay que tener en cuenta: «El movimiento laborista británico siempre ha sido una coalición muy amplia, tanto de intereses como de ideales, unidos por un sentimiento común de injusticia». Y añadía que nunca ha sido «un partido de doctrina única».