16 oct 2015 Solidaritat, no coacció
Vivimos tiempos extraños en que la solidaridad con un presidente imputado por poner urnas de cartón es considerada coacción a los jueces. Acompañar pacíficamente hasta la puerta del tribunal a unos políticos demócratas que han querido consultar a la ciudadanía es tildado de presión por algunos, también por aquellos que han hecho una relectura creativa de la teoría clásica de la división de poderes. Hay quien consigue el arte de la ironía sin proponérselo.
¿Cómo es posible intentar desfigurar hasta tal punto el significado de un acto cívico de apoyo a unas personas que simplemente han sido fieles al espíritu de la democracia? ¿Cómo es posible que retorcer la realidad de esta manera no genere cortocircuitos en la mente de los que hacen del cinismo un material indispensable de su acción partidista? ¿Cómo es posible que un gesto de dignidad se pretenda presentar como un atentado contra la independencia de unas instancias que los dos grandes partidos de España han intervenido y han magreado de manera sistemática siempre que han podido, empezando por el TC?
Vivimos, ya digo, tiempos extraños. Tiempos en que los demócratas son perseguidos mientras los fascistas pueden señalar y desear una nueva guerra civil con total impunidad. Ayer vimos al president de Catalunya entrando y saliendo del Tribunal Superior de Justícia porque está imputado por ampliar la democracia y buscar una salida política a un problema real. Artur Mas no estuvo solo, muchos alcaldes y ciudadanos anónimos -además de representantes de varios partidos y entidades- quisieron estar ahí. Y lo hicieron porque, más allá y más acá de ideologías o simpatías, una parte muy grande de la sociedad catalana se sintió también llamada ayer ante la justicia de este Estado que mantenemos con nuestros impuestos. El 9 de noviembre muchos votamos y lo volveríamos a hacer. Este Estado español que luce tanta amnesia dio ayer un paso de gigante hacia la verdadera desconexión, que es la que nace en la mente libre de cada uno. Nace y arraiga allí donde no pueden penetrar ni policías, ni fiscales, ni mecanismos de urgencia, ni suspensiones, ni prohibiciones. Ni ministros que mandan al adversario al psiquiatra.
Hay quien no tiene bastante con amenazar y con llevar a tres políticos honorables ante los jueces, hay quien -además- necesita controlar el relato. Pero esta operación no les será tan fácil, porque vivimos una época que las mentiras tienen poco recorrido. Por ejemplo, hoy en día, todo un jefe de gobierno puede quedar en evidencia en una entrevista radiofónica porque ya no recuerda ni sus propias falacias. Afortunadamente, no hay un único altavoz, muchas son las miradas y muchas las voces. Lo que vivió ayer Catalunya fue una gran jornada de solidaridad y de reivindicación de la democracia, ni más ni menos.