19 oct 2015 Els vells amics
Hay una imagen que no me quito de la cabeza: Miquel Roca, el pasado martes por la mañana, acompañando, en discreto segundo término, a la consellera Irene Rigau a declarar como imputada por el 9-N ante el TSJC. El expolítico y abogado de prestigio ha asumido la defensa de la titular de Ensenyament junto con Jordi Pina, que es quien lleva el día a día del caso. Da la casualidad de que Roca es amigo de Rigau y de su marido, Salvador Carrera, que fue diputado al Congreso y senador. Podríamos decir que la presencia de Roca en esta escena no tiene ningún significado político y debe leerse de manera estrictamente profesional y personal. Podríamos. Pero nadie se puede desenganchar de su biografía ni de lo que ha representado.
Roca, que hoy puede ser letrado de Unió de Pagesos o de Cristina de Borbón, fue el número dos de CDC y el hombre fuerte de CiU en Madrid, además de uno de los padres de la Constitución de 1978. Político de oratoria eficaz y grandes habilidades negociadoras, dio al nacionalismo moderado un papel protagonista en la política española, sobre todo durante la etapa final de Felipe González. En 1986, intentó catalanizar y centrar el mapa estatal de partidos con el Partido Reformista Democrático, oferta que fracasó pero que regaló un magnífico resultado a CiU. Durante aquella campaña electoral, los empleados del PSOE en TVE emitían sólo los discursos de Roca en catalán y ocultaban sistemáticamente sus palabras en castellano, no fuera que alguien pensara que un catalán podría ser jefe del gobierno. Las Españas no querían un nuevo Cambó ni plurinacionalidad y lo dejaron claro. Por otra parte, Roca perdió la batalla interna con Jordi Pujol para controlar el partido y devenir sucesor. Aquel día, el nacionalismo mayoritario borró matices muy valiosos y se abrió una rendija que algunos aprovecharon en beneficio personal, caso del primogénito de Pujol.
Roca y Rigau provienen de un mismo magma: la oposición democrática y catalanista a Franco, orientada suavemente al centroizquierda. Unos acabaron en el PSC, otros en CDC… El PP y C’s son formaciones ajenas a este magma y están contentos de ello. Hoy, Rigau ha abrazado la idea de la independencia mientras Roca sigue siendo un autonomista convencido. La mayoría de convergentes -los números cantan- ha imitado a Rigau. Pero la exhibición de fuerza del Estado español contra el Govern Mas reúne a viejos amigos, a pesar de las discrepancias. La memoria también juega: Roca nació en el exilio y es hijo de uno de los fundadores de Unió.
El martes y el jueves, ante el TSJC, se reunieron no sólo dirigentes del soberanismo, también del catalanismo en sentido amplio, incluidas ICV y Unió. Todos estaban ahí, menos el PSC, que -en el camino hacia la irrelevancia- ha decidido renunciar a su capital histórico después de abjurar del derecho a decidir. Es otra desconexión.