18 ene 2016 Govern de maduració
La pregunta surge inexorablemente en todas las presentaciones de mi libro Per què hem guanyat, sobre el proceso soberanista: ¿Cómo hacer crecer el 48% que el 27-S se expresó a favor de la independencia? Por cierto, desde hace una semana, estos actos tienen lugar en medio del optimismo (y del alivio), un clima muy diferente al que dominaba en noviembre y diciembre, cuando la depresión y el desconcierto eran los sentimientos que expresaba el público. Volviendo a la cuestión, mi respuesta es la siguiente: más allá de insistir en los argumentos que ponen en evidencia que la sociedad catalana recibe un trato extremadamente injusto (económico, político y cultural), lo que puede generar más adhesión al proyecto de una Catalunya independiente es que el primer Govern independentista haga las cosas bien, esté cohesionado y transmita solvencia. Los tres meses posteriores al 27-S, el soberanismo ha dado una imagen pésima.
El nuevo Govern Puigdemont es un Gabinete de cohabitación de convergentes, republicanos e independientes. El primer reto de los miembros de este equipo tan plural será evitar los tics partidistas, la fragmentación y la competencia de egos que minaron los dos tripartitos. Si eso se sabe dominar, el independentismo madurará. El segundo reto de este Ejecutivo es mantener la estabilidad parlamentaria para gestionar el día a día e ir dando pasos inteligentes para concretar la desconexión, un objetivo ligado numéricamente a las peculiares dinámicas de la CUP y a la interpretación de la hoja de ruta. Los primeros mensajes de Puigdemont y Munté relativizando los 18 meses indican realismo y sentido común, pero han generado palabras de inquietud de los anticapitalistas.
Puigdemont llega a la presidencia con un factor en contra y uno a favor, además del hecho que toda la operación deriva de un veto, lo que instaura un precedente peligroso. En contra, el gerundense tiene el haber sido colocado por Mas, algo que no se corresponde con una época donde es un clamor la exigencia de sistemas de toma de decisión más abiertos, como las primarias. A favor, tiene su condición de independentista de siempre, que le permite introducir ritmos más tranquilos sin ser acusado de tibio o cosas peores por los que se pretenden vigilantes. Los grandes giros siempre los hacen los que tienen más autoridad para frenar la oposición de los ortodoxos; recuerden que fue Nixon –un republicano- quien abrió las relaciones entre EE.UU. y la China de Mao. Puigdemont gusta a los que llevaban la estelada hace tres décadas, pero no puede olvidar a los conversos que se identifican con Mas (y con Comín, Bel o Baños) y que han hecho que una idea minoritaria sea una posibilidad real. Si este Govern transforma el “tenim pressa” en el “tenim habilitat”, el 48% podría convertirse en un 52%, siempre y cuando los errores sean pocos y pequeños.