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Francesc-Marc Álvaro | Tàctica i convicció
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01 feb 2016 Tàctica i convicció

La maniobra de Sánchez para zafarse del ataque de los barones territoriales, la vieja guardia felipista y los altavoces del Ibex35 parece pura táctica y, de hecho, lo es. Pero también tiene una virtud innegable: conecta con el espíritu más nervioso de nuestra época, que es el de una democracia que debe ser vigorizada desde abajo, para evitar el colapso y el descrédito total.

En la prelación de los círculos infernales de la endogamia partidista, los principales pecadores son los viejos dirigentes adictos a la puerta giratoria (y a la soberbia), seguidos por los neocaciques que hacen y deshacen allí donde mandan, a su vez seguidos por los oficiales de aparato, los que –por ejemplo- son mantenidos gracias a las diputaciones y similares. Finalmente, en el círculo más alejado del fuego eterno, están los militantes de la organización, gente que paga una cuota, llena actos y no vive –en su inmensa mayoría- de la política, lo cual debe subrayarse. Fuera del averno, hay dos clases más: los simpatizantes y los votantes habituales, que –a veces- son llamados a primarias, ejercicio que en España no tiene nada que ver con la selección abierta que practican los estadounidenses.

El líder del PSOE ha encontrado en la militancia –siempre más ideológica que la cúpula y que el votante- la manera astuta de explorar (y eventualmente certificar) un acuerdo de izquierdas, a partir de una aparente ética de la convicción (y de la supervivencia personal), en vez de hacerlo a partir de la supuesta ética de la responsabilidad, etiqueta ahora asociada sólo –en este contexto- a la gran coalición PP-PSOE y a los intereses de los que confunden la ciudadanía con la condición de cliente de un banco.

Ni los votantes ni las bases socialistas quieren salvar a Rajoy o al PP, y menos después de las últimas noticias de la Valencia tumefacta por décadas de prosperidad engañosa. La voluntad de cambio del votante socialista es un dato tan cierto como la capacidad de resistencia del popular, dos circunstancias que hacen indigerible en términos sociales la solución preferida de las élites económicas. La imitación alemana pondría al descubierto los agujeros más negros de la Restauración del 78 y daría alas a Podemos. Pero la presión de los instalados sobre Sánchez le ha regalado un camino que, si se culmina con éxito, dotará al personaje de la autoridad para hacer un reset en Ferraz. Atención a Iceta: su apoyo al secretario general del PSOE es una jugada a más largo plazo de lo que parece.

Pura táctica, decíamos. Ahora bien, sus efectos pueden tener recorrido estratégico, también fuera del mundo socialista. Pasar la pelota a las bases, dar voz a los que están acostumbrados a aceptar jugadas no siempre claras, es la política que corresponde al siglo XXI. No es nueva ni vieja política, es asumir que los partidos serán permeables y flexibles o no serán.

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