07 mar 2016 La majoria invisible
Esta semana, mientras en Madrid se votaba un candidato a presidir el Gobierno de España y se certificaba la fractura generacional y cultural que modifica el marco mental generado por la transición, en Catalunya hemos comprobado que la mayoría parlamentaria independentista es más débil y más precaria de lo que parece. El miércoles, Junts pel Sí no pudo frenar una propuesta de ley del PSC para revertir la privatización de Aguas Ter Llobregat (ATLL). Los diputados de la CUP –que tienen un acuerdo con la formación gubernamental- votaron junto al resto de grupos a favor de la propuesta socialista y pusieron en evidencia que Puigdemont y sus consellers sufrirán lo que no está escrito para sacar adelante sus políticas. El jueves, para rematar, Junts pel Sí se dividió ante una moción de la CUP –precisamente- sobre la memoria colectiva, concretamente sobre la manera de abordar la eventual retirada del monumento franquista que conmemora la batalla del Ebro en Tortosa, un asunto que –más allá de este episodio- es competencia municipal. Ha sido la primera vez que CDC y ERC han votado diferente en esta legislatura, una disparidad que también ha afectado a los diputados independientes de la coalición.
Alguien del Govern Puigdemont me decía que no hay que exagerar, que se trata de situaciones controladas. En el caso de la votación sobre ATLL, es sabido que Junts pel Sí trató de convencer a los cuperos hasta el último momento. Estas peripecias trasladan a la gente –y especialmente a los ciudadanos más interesados en la desconexión- la idea de que la discordia de fondo dentro del soberanismo es difícil de domesticar y que todo está siempre a punto de romperse. ¿No habíamos quedado en que había una unidad mínima? ¿Se puede permitir Junts pel Sí ir perdiendo votaciones? ¿Qué fuerza tendrá un Ejecutivo que no cuenta con un impulso parlamentario estable?
La discordia entre los que han proclamado tener un mismo objetivo que debe materializarse en dieciocho meses alimenta la duda entre propios y extraños. De la duda se pasa al desconcierto y, en el caso de las bases soberanistas, se puede caer fácilmente en el desánimo. ¿Son conscientes de esta circunstancia los dirigentes de Junts pel Sí y la CUP? La responsabilidad es tan alta que resulta incomprensible que se vote como en el viejo orden autonómico.
Siempre que me preguntan de qué depende que el proceso soberanista acabe transformando la realidad jurídico-territorial de España respondo que de dos cosas: votos y tiempo. El independentismo es el movimiento más organizado, renovador y activo de la sociedad catalana pero todavía no es lo bastante fuerte, no ha superado el umbral legal, simbólico y psicológico del 50%. Que los independentistas voten separados, anteponiendo todo lo que los enfrenta, parece una manera espectacular de perder apoyos y de convocar el fracaso.