21 jul 2016 La Sra. Pérez i la ideologia
Sin señoras Pérez las democracias no funcionan bien. La señora Pérez es una votante de la desaparecida CiU, una ciudadana poco ideológica –como la mayoría de la gente- que elegía esta opción porque “defiende lo que es nuestro, aquí y en Madrid”. Hay señoras y señores Pérez que votan otros partidos, claro. Yo hablo de esta señora Pérez porque durante más de veinte años decantó las mayorías en este país, especialmente en los comicios llamados autonómicos. La señora Pérez quedó azorada (e indignada) cuando Jordi Pujol confesó públicamente –pronto se cumplirán dos años de aquello- que había actuado como un evasor fiscal durante más de tres décadas. Aquel episodio no la alejó mucho de la política dado que ella no es una persona politizada, pero sí incrementó su desconfianza hacia “los que mandan”. Desde 2012 y por influencia –sobre todo- de sus hijos, la señora Pérez fue abrazando el independentismo progresivamente, una evolución que la llevó a votar Junts pel Sí el 27-S. Ella resume este giro de manera muy sencilla: “se nos ha acabado la paciencia”. Su marido no lo ha visto tan claro y todavía forma parte del grupo de los que añoran la CiU de antaño.
No sé si los dirigentes y asociados del naciente Partit Demòcrata Català piensan mucho en la señora Pérez. Lo desconozco. Tal vez creen que la señora Pérez se ha hecho mayor, lo cual es innegable. Quizás creen que la vieja señora Pérez ha sido sustituida por la joven señora Pérez, algo que también es cierto. Por lo tanto, para ser precisos, habría que hablar de las diversas señoras Pérez que hay, las que tienen 68 años y las que tienen 42, con valores, intereses y prioridades muy distintas. En todo caso, la cuestión es igualmente relevante: ¿qué ofrece este nuevo partido al elector poco ideológico que nunca votará una derecha españolista, una izquierda sucursalista o un independentismo anticapitalista? Este elector es favorable a la independencia pero también podría alejarse del proceso, ante un exceso de discordia interna y una suma de decisiones incomprensibles que incrementen la sensación de descontrol y debilidad. También lo podría hacer si asocia una hoja de ruta con el protagonismo de una minoría extremista, populista y obsesionada en convertir a las clases medias en el enemigo a abatir. En este sentido, el paso a un lado de Mas fue un gesto de una trascendencia que todavía no hemos medido ni valorado bien, aunque la llegada de Puigdemont a la presidencia sugiere la aparición de oportunidades compensatorias en un entorno socio-electoral bastante desconcertado.
Para decirlo de manera gráfica: Ramon Espadaler y Antoni Fernández Teixidó sueñan con atraer a todas las señoras Pérez –viejas y jóvenes- hacia Unió Democràtica o algún partido nuevo que pretenda imitar a la CiU pujolista. Se dan cuenta de que el ascendiente de la CUP sobre el proceso ha generado un malestar más que profundo en sectores amplios del soberanismo de orden. También comprueban -como lo hace todo el mundo- que Junts pel Sí es prisionera de los cuperos y que tiende -por inercia- a mirar más hacia la izquierda que hacia el centro. Esta realidad sólo parece corregida por la popularidad y proximidad de Puigdemont, que preside un Ejecutivo -hay que recordarlo- que él no eligió. Pero el diagnóstico que sobre el eje ideológico hacen Espadaler y Fernández Teixidó queda desenfocado por su diagnóstico sobre el eje nacional: ellos atribuyen el origen de todos los males al abandono del autonomismo por parte de CDC mientras la señora Pérez -tan moderada ella- está encantada con la posibilidad de que Catalunya deje de pedir permiso a Madrid y tenga un asiento en las Naciones Unidas.
¿Qué ofrece el nuevo PDC a las señoras Pérez -viejas y jóvenes- de este país nuestro tan extraño? He oído y he leído algunas voces que consideran que el gran problema del PDC es que se parece a ERC. No se parece en nada, aunque haya hecho explícito el republicanismo. El problema es otro, como tengo escrito: la añoranza de los post-convergentes por el «pal de paller» que había sido la CiU de los años de mayorías fuertes de Pujol. En la medida en que el PDC no tiene ninguna posibilidad de convertirse en lo que hoy es el SNP en Escocia, su objetivo más urgente es clarificarse ideológicamente para articular un espacio que pueda crecer, plantar cara a los adversarios, defender los valores y los intereses de sectores que se sienten postergados y -sobre todo- para fidelizar votantes que podría perder si intenta competir con ERC para ver quien es «más social». Leído el documento del PDC llamado Bases fundacionals confirmo el peligro de confundir la síntesis de tradiciones doctrinales con la vaguedad de planteamientos y la indeterminación de las fronteras ideológicas. Es inteligente y positivo asumir el mejor legado de la socialdemocracia y del liberalismo, pero es ingenuo y suicida vender un discurso que sea tan genérico y tan políticamente correcto y amorfo que no sirva para construir ninguna alternativa, ni para dar cobijo a las muchas señoras Pérez que viven y trabajan aquí.