03 abr 2017 Compadiu el guionista
Que miembros del Govern y dirigentes destacados del independentismo vayan por el mundo explicando su versión irrita y pone nervioso al Ejecutivo Rajoy y a otros. El viaje reciente del president Puigdemont a Estados Unidos no ha sido una excepción. En estos casos, la salida habitual de la Moncloa y sus altavoces es despreciar e intentar ridiculizar las acciones exteriores catalanas. El viernes, durante su rueda de prensa, Sáenz de Santamaría volvió a hacerlo al declarar que “nunca nadie ha hecho tantos kilómetros como el señor Puigdemont o el señor Romeva para andar tan poco”. Muchos no entendieron nada, sobre todo porque hace pocos días que García-Margallo, exministro de Exteriores, explicó que Madrid había tenido que pedir muchos “favores” a mucha gente “por haber conseguido que hagan las declaraciones que han hecho” contra la independencia y el referéndum. Algo no cuadra. El guion de la Moncloa no funciona.
Si los viajes internacionales de Puigdemont, Junqueras, Romeva y Mas no sirven de nada como dice la vicepresidenta, no sería necesario que el Ministerio de Exteriores –como ha revelado su anterior responsable– dedicara tantos esfuerzos a frenar y desmentir las tesis independentistas ante las principales cancillerías y medios. Si nadie recibiera ni escuchara a los dirigentes catalanes partidarios del referéndum, no haría falta que la diplomacia española dedicara tantos recursos, horas y personas a tapar, empequeñecer y dificultar unos contactos que, con más o menos publicidad, tienen lugar desde el 2012. El guionista de la Moncloa encargado de este asunto no sabe ahora lo que debe hacer. Margallo y Santamaría han puesto al descubierto una incongruencia que amplifica lo que precisamente se quiere disimular.
La proyección exterior del proceso catalán no ha obtenido éxitos espectaculares –como algunos independentistas quieren creer– ni es tampoco el fracaso catastrófico que el unionismo trata de vender. Todo se mueve en un terreno de grises, marcado por el gota a gota, mucha discreción y unos objetivos que persiguen romper la versión oficial de Madrid y desmontar muchos tópicos y rumores. Me consta de manera directa el interés que tienen en este conflicto algunos diplomáticos extranjeros en Barcelona. Desean tener todas las claves para poder interpretar con conocimiento de causa unos acontecimientos que observan con más respeto que varios políticos y opinadores españoles.
Es un hecho que cada uno juega como puede. Rajoy tiene todas las herramientas de un Estado y Puigdemont las herramientas de una comunidad autónoma vigilada. Más allá y más acá, sin embargo, están las actitudes. Los mismos que quieren presentar los viajes del presidente catalán como si fueran funciones de Els Pastorets callan cuando el presidente del Gobierno, de visita a Bruselas, no admite preguntas de un periodista inglés.