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Francesc-Marc Álvaro | Tirarse el PSC a la cabeza
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10 feb 2020 Tirarse el PSC a la cabeza

Ha empezado, de facto, la campaña catalana. No sólo porque JxCat hizo el sábado un gran acto en el Born Centre de Cultura i Memòria, donde criticó duramente a sus socios de ERC. También porque todas las declaraciones de los dirigentes catalanes tienen la música de las urnas. En este sentido, se detecta, sobre todo en las redes, un asunto que tendrá gran protagonismo en la pugna entre partidos independentistas: la posibilidad de pactar con el PSC para tener el futuro Govern.

Los de Puigdemont acusan a los de Junqueras de estar preparando un nuevo tripartito mientras los republicanos replican que JxCat ha pactado con el PSC en la Diputación de Barcelona y algunos Ayuntamientos en contra de ERC, y que, por lo tanto, también podrían hacerlo en la Generalitat. La cosa se repite en tuits de varios cargos. ¿Qué sentido tiene que los independentistas fundamenten su “credibilidad” en excluir solemnemente los pactos con un partido que crecerá en las urnas, según el sondeo que ayer publicó La Vanguardia ? La respuesta debe tener relación con el 155, abonado por los socialistas en su día, decisión que todavía quema. Pero la paradoja es evidente: se acepta una mesa de diálogo que nace del hecho de que hay un socialista en la Moncloa, pero no se quiere saber nada de sus homólogos catalanes.
 

En JxCat y ERC aún pesa el relato que promete una política heroica, la que se estrelló en el 2017

 
¿Por qué un votante independentista debe ver como normal que ERC facilite que Sánchez forme gobierno a la vez que debe considerar improcedente que los republicanos hagan tratos con los socialistas para gobernar Catalunya? ¿Por qué un votante independentista debe comprender un acuerdo entre JxCat y el PSC para la Diputación de Barcelona y debe desaprobar que los puigdemontistas tengan en cuenta a los de Iceta para asegurar una etapa estable en la Generalitat? La encuesta nos dice que los partidos que más crecen son ERC y PSC, sin que JxCat se hunda a pesar de retroceder. Por lo tanto, queda claro que la centralidad pasa por independentistas y socialistas, realidad que las dos últimas generales han certificado. Guste o no, ni los socialistas pueden prescindir hoy de los independentistas ni estos pueden hacerlo de los socialistas. Además, la política de bloques ha producido un resultado tan escaso durante la legislatura catalana que ahora cerramos que es razonable imaginar nuevos escenarios. Los hechos son tozudos: los presupuestos de la Generalitat no se podrían aprobar sin los comunes, con rebote obligado en el Ayuntamiento barcelonés, donde el PSC cogobierna.
 
Tirarse el PSC a la cabeza demuestra que en JxCat y en ERC todavía pesa el relato que promete una política heroica, la que se estrelló el 27 de octubre del 2017. En el marco idealizado de la política heroica, los independentistas avanzan en solitario. Pero esta ilusión no tiene nada que ver con gobernar el día a día. A pie de obra, las coincidencias de socialistas con republicanos y postconvergentes (otra cosa serían los puigdemontistas) es notable. Además, para mantener consensos básicos, como los vinculados con la escuela, la sanidad, los medios públicos o los Mossos, el PSC es siempre indispensable.

Hace pocos días, Marta Rovira, desde Ginebra, entrevistada por Jordi Basté, afirmó esto: “¿Alguien piensa que ERC, después de estas elecciones, gobernará con Iceta? ¿Un señor que hace más de dos años que no ha ido a ver a los presos?” Hacer política –recordémoslo– obliga a la revisión permanente de las propias posiciones. Sólo los puros (testimoniales) se lo ahorran.

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