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Francesc-Marc Álvaro | De ángeles y santos
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06 oct 2020 De ángeles y santos

Los ángeles son una hipótesis –salvo ese que hace compañía al exministro Fernández Díaz– y los santos son más bien escasos. La ejemplaridad de los políticos no es un atributo ni un don (ni un estado de gracia) sino un imperativo para preservar las instituciones de las debilidades que conducen a los individuos a cometer actos delictivos y/o éticamente inaceptables. Sin vigilancia, la ejemplaridad de los cargos públicos deviene un puro accidente en manos del azar, la oportunidad y el autocontrol (que los antiguos denominaban virtud). Pero la ejemplaridad no tiene nada que ver con actuar como un ángel o un santo, igual que la transparencia –imprescindible en democracia– no tiene nada que ver con emitir por streaming un Consejo de Ministros. Por eso es exagerado que el alcalde de Manlleu haya dimitido porque se han hecho públicas unas imágenes donde aparecía curda.
 
En la nota que ha difundido, Àlex Garrido argumenta su dimisión a partir de la relación entre su momento de culto a Baco y la situación grave que sufre el país a causa de la Covid-19. El argumento invita a una reflexión sincera sobre lo que pueden o no pueden hacer nuestros políticos en medio de una crisis importante, no solo en sus horas de despacho sino también cuando están con la familia o los amigos. ¿Quién marca la raya de lo que es correcto, sobre todo en circunstancias donde el dramatismo domina? Churchill, como es sabido, consumía todo tipo de licores mientras dirigía con mano firme la guerra contra Hitler y mantenía bien alta la moral del pueblo británico. ¿Debería haber ingresado en la iglesia de los abstemios para reforzar su reputación como líder? No tenemos fotos ni películas de Churchill que documenten sus excesos a la hora de brindar.
 

La ejemplaridad de un cargo público no tiene nada que ver con actuar como un ángel o un santo

 
Humano, demasiado humano. ¿Pue-de un concejal, un conseller o un ministro tomarse una copa de más en sus horas de esparcimiento (siempre y cuando no coja después el coche ni ponga en peligro a nadie como sí hizo el anterior alcalde de Badalona) o la ejemplaridad exige consumir solo refrescos y agua con gas? ¿Si hubieran grabado a este alcalde jugando en un casino o apostando en una página web también habría dejado su puesto? ¿Y qué habría pasado si lo hubieran pillado pasando el rato con material pornográfico (adulto y legal) después de dedicar todo el día a la contención de la epidemia en su localidad? ¿Quién establece que emborracharse, apostar o consumir porno es intolerable y, en cambio, no ocurre nada si el gobernante de turno es miembro de una secta religiosa, no cuida de sus hijos o solo lee prensa deportiva?

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