18 ene 2021 La gente pasa
Les contaré un secreto: a una gran mayoría le es absolutamente indiferente la fecha de las elecciones al Parlament, asunto que llena páginas y minutos de los medios. Mi modesta conclusión –discutible, como todas– proviene de los datos del prestigioso Instituto de Observación de Actitudes de Amigos, Conocidos y Saludados, un organismo que existe desde mucho antes que las empresas de sondeos. Los periodistas –lo digamos o no– usamos a menudo la información que nos aporta ese instituto, que es más antiguo que el ir a pie. Claro, no se trata de ciencia, pero no se alarmen: la ciencia que se aplica a las encuestas tampoco es infalible y, por tanto, estamos en un terreno lleno de misterios, sombras y espejismos, por eso las urnas dan sorpresas. La política es un universo de percepciones: el análisis de lo que pasa siempre tiene que tener en cuenta lo que parece que pasa. Y esta dimensión se atrapa saliendo a la calle y aguzando el oído, y separando el grano de la realidad vivida de la paja de las redes (que distorsionan todos los escenarios).
 
Como digo, a la gente le da igual votar el 14 de febrero o el 30 de mayo. Cuando escribo “gente”, me refiero a la mayoría de contribuyentes catalanes, con excepción de los que viven intensamente los avatares políticos como algo personal (una minoría) y de las élites con responsabilidades sobre sectores sensibles, caso –por ejemplo– de los máximos dirigentes de las patronales Foment y Pimec. Al lado de esta indiferencia ciudadana por la cita con las urnas, está el hecho objetivo de que ya estamos al cabo de la calle y la naranja ha sido totalmente exprimida. El Govern lleva meses sin impulso, sin president y sin proyecto, y este cuadro hace que la sociedad civil no pueda hablar a fondo de nada con la administración catalana. En febrero del año pasado, el president Torra proclamó que “esta legislatura ya no tiene más recorrido político”. La provisionalidad ha dado paso al moho. El espectáculo es descorazonador. En mayo, todos los consellers estarán macerados en una mezcla de fatalismo y agonía.
 
A una gran mayoría le es absolutamente indiferente la fecha de las elecciones al Parlament de Catalunya
 
Que la mayoría del país pase de los comicios nos indica que los catalanes han desconectado de su Govern y que solo lo tienen presente cuando utilizan los servicios básicos (salud, educación, etcétera) o cuando deben resolver problemas que los afectan directamente (abrir o cerrar la tienda, por ejemplo). También nos dice –reconozco que es una inferencia discutible– que muchos votantes no esperan que los futuros gobernantes de la Generalitat puedan cambiar nada; hay que recordar que el último sondeo de La Vanguardia pone encima de la mesa que un 34% de encuestados cree que la situación política dentro de un año será igual y un 27,1% piensa que será peor, mientras solo un 27,4% tiene expectativas favorables. Actualmente, y según la misma encuesta, un 58,4% la califica de mala. Añadamos que la gestión del Govern tiene el suspenso de un 60,4% de los encuestados, un dato más que relevante. Así pues, nos espera una larga y nerviosa campaña hasta el mes de María. Un teatro que no tendrá –me temo– mucha atención del público.