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Francesc-Marc Álvaro | Fáula de los taxidermistas
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14 mar 2021 Fáula de los taxidermistas

Justicia poética, según mi amigo finlandés. El partido de Inés Arrimadas nació como formación hiperidenti­taria centralista para combatir el catalanismo en general (sí: todavía no había empezado el procés cuando un grupo de descontentos con el PSC se inventaron una marca para explotar el resentimiento a partir de la inmersión lingüística) y acabará sirviendo para reventar –sin querer– la derecha española, extraviada tras los pasos tóxicos de los ultras de Vox. La fábula es magnífica.
 
Cuando Albert Rivera logró sus primeros éxitos electorales, sus padrinos intelectuales proclamaron que “ha emergido la realidad”. El entusiasmo no les dejó ver que un partido es algo más que un conglomerado de ­rebotados de otras casas. Al final, la realidad ha puesto a cada uno en su lugar, incluidos esos que ­querían salvar el negocio con un político de importación a gusto de los que todavía no saben si viven en Catalunya o en Sildavia. Cuando dieron el salto a la política española, los naranjas hablaron del centro e, incluso, invocaron a Adolfo Suárez. Puro teatro. La aspiración real de Rivera era sustituir “la derechona” con un producto equivalente pero sin naftalina. Pobre, tuvo mala suerte: en este viaje se dio de bruces con Vox, que sabe montar a caballo y no tiene un catalán como líder, algo siempre sospechoso en Madrid. Buscaban un Podemos de derechas y les apareció la versión digital del Movimiento Nacional. Qué risa: Vox quizá tendrá la llave de la Comunidad de Madrid. Casado podría estudiar otro máster
 

Cs acabará sirviendo para reventar, sin querer, la derecha española

 
En fase de liquidación des­carnada, los dirigentes de Cs se dividen entre los que quieren pasarela hacia el PSOE y los que quieren pasarela hacia el PP. ­Pura supervivencia. Los tránsfugas murcianos han conseguido que la jugada maestra de Arrimadas acelere el final de su chiringuito, mientras Pedro Sánchez con­firma que no se puede gobernar España simulando que los partidos independentistas no existen, ­como ha parecido durante unas horas. Las sobreactuadas quejas de Carlos Carrizosa en la sesión de constitución del Parlament tuvieron el aire de una oración fúnebre, en memoria de los ta­xidermistas que parieron la ­criatura.

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