25 abr 2021 Ultras: ahora ya los ven
Un debate radiofónico de la campaña electoral madrileña ha servido para que muchos se hayan dado cuenta de que Vox es lo que es, y no algo que puede etiquetarse asépticamente como “opción iliberal” o “formación populista”. Si no fuera un asunto tan serio, daría risa. Muchas personas de bien se han sorprendido ahora de la agresividad extrema y falta de empatía de Rocío Monasterio hacia Pablo Iglesias, que ha sido amenazado de muerte, al igual que el ministro de Interior.
La violencia verbal de la presidenciable de Vox no es nueva. Es consubstancial a la mayoría de grupos neofascistas europeos y, de manera especial, a los ultras españoles. Por ejemplo, en la campaña de las catalanas, el cabeza de lista de Vox soltó varias veces la expresión “estercoleros multiculturales” para referirse a determinados barrios, expresión repetida por Abascal en el Congreso. El fascismo usa el lenguaje para crispar, para provocar, para demonizar y para caldear el ambiente, lanzando la piedra y escondiendo –no mucho– la mano. Que algo tan conocido se reproduzca hoy en España es un fracaso y un desafío. Pero no surge de la noche a la mañana. La consolidación de Vox no se explica sin la preparación del terreno para su aterrizaje. Eso lo hizo Ciudadanos sin saberlo, un partido que apareció en Catalunya mucho antes del procés y como formación identitaria españolista radical contra el catalanismo en general. Puede que en el conjunto de España cueste de comprender esto, pues Albert Rivera desembarcó en Madrid inicialmente disfrazado de centrista, una pantomima que le duró un telediario. A la primera de cambio, Cs se puso a competir con el PP para ver quién era más duro, hasta llegar a la foto de la plaza de Colón, de la manita con los ultras que hoy se los han tragado. La fraseología de Monasterio contra Iglesias es la misma que la de Rivera, Arrimadas y Carrizosa contra Mas, Puigdemont, Junqueras, Torra, Forcadell y todos los líderes independentistas, antes y después de octubre del 2017.
La consolidación de Vox no se explica sin la preparación del terreno para su aterrizaje
También el PP es responsable de crear el clima tóxico donde Vox ha crecido tan rápidamente. Hagamos memoria. Por ejemplo, la violencia verbal de Vox no es superior a la exhibida en las campañas electorales en Catalunya por Cayetana Álvarez de Toledo, pero contaba con el aplauso incluso de algunos socialistas, porque deshumanizar a los políticos del procés tiene premio. Los de Abascal llegan con el público ya entrenado. ¿Qué fueron los gritos de “¡a por ellos!” o el fusilamiento de un monigote de Puigdemont? Y el PP y Cs mantienen pactos con Vox, recuérdenlo.
Robert O. Paxton, en su imprescindible Anatomía del fascismo , nos advierte que “un fascismo del futuro”, ahora presente en España, “no tiene por qué parecerse literalmente al fascismo clásico en sus símbolos y signos externos”, y que usará el marco de libertades para llegar al poder. “No sería por eso menos peligroso”, concluye el prestigioso historiador estadounidense. Según Pedro Sánchez, Vox “representa una amenaza para la democracia española”. Felicidades a los que, finalmente, han visto lo que hay.