31 may 2021 Dos Pedros ante el peligro
Es algo digno de estudio: para las derechas españolas (y esa parte del progresismo que ha comprado su marco en todo lo que tiene que ver con nacionalismos, identidades y territorios) y para el sector menos realista y más inflamado del independentismo, los indultos que concederá el Gobierno de Sánchez a los dirigentes condenados del procés son un grave problema.
Basta con escuchar al líder del PP, Pablo Casado, y a Elisenda Paluzie, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), para comprobar que un mismo gesto tiene lecturas antagónicas. Uno ve ahí el final de España y la otra ve ahí la desmovilización de las estelades ¿Y cuál es la interpretación más ajustada a la realidad? Ni la una ni la otra. Lo ha resumido muy bien Fernando Vallespín, en El País : “Ha llegado el momento de cambiar de rumbo, de darle una oportunidad a la política. Los indultos como la cesura que permite un nuevo comienzo”. La idea de cesura es la que explica la vía de Sánchez: un cortafuegos para cambiar las inercias de la judicialización de un conflicto que nunca debería haber salido de los carriles políticos. En cambio, los que consumieron su propia propaganda como análisis (“el golpe posmoderno” y otras falacias) critican duramente el movimiento de la Moncloa, el lugar donde querían ver llegar a Albert Rivera, al que dedicaron sus encendidas prosas, de ideología liberal solo en el interlineado.
Los indultos van a reforzar la apuesta de ERC por un independentismo pragmático
La historia no muda en cuatro días. Pero sí sabemos qué efecto tendrá la jugada de Sánchez a corto plazo: los indultos van a contribuir a la distensión y a la normalización política en Catalunya y, de paso, van a reforzar la apuesta de ERC por un independentismo pragmático y gradualista. También van a facilitar los grandes consensos ante la crisis. ¿A quién estorba eso? A los partidarios
del “cuanto peor, mejor” en Barcelona y Madrid. No hay que esperar milagro alguno: los indultos no borran el conflicto catalán. Pero –sigo usando las palabras del amigo Vallespín– se trata de algo “que permita resetearlo todo”. ¿Ingenuidad? No más que esperar que la solución venga de la unilateralidad o de llenar las cárceles de gente.
Alberto Oliart -ministro de Suárez, fallecido en febrero- resumió el fondo de la cuestión en una entrevista en La Voz de Galicia , cuando era reciente la sentencia del TC que recortó el Estatut: “En Catalunya nunca habrá tiros, pero democráticamente son capaces de poner al Estado español contra la pared. En Euskadi es un problema de violencia, pero no tiene la rotundidad de Catalunya”. Estaría bien que Pedro Sánchez retuviera estas palabras. Para evitar malentendidos. Y para fijar bien el sentido de su decisión ante sus votantes. Los indultos son condición necesaria, pero no suficiente para avanzar. Lo sabe cualquiera que no creyera en el 2012 que el procés era un suflé o un calentón.
Pedro Sánchez y Pere Aragonès deben hablar claro. A lo mejor, contra los negros augurios de González y ciertos barones, la ética de la responsabilidad y la de la convicción pueden confluir esta vez. Dos Pedros ante el peligro. Sánchez y Aragonès unidos como héroes (modestos y cautelosos) de la retirada. Y del regreso al diálogo.