28 jul 2021 Alcaldable para un no-lugar
Se busca candidato que pueda desbancar a Ada Colau. Es una búsqueda que nace de la ansiedad de unas élites locales que se encuentran bastante desconcertadas por fenómenos y circunstancias que desbordan el campo estricto de la política institucional. También es una búsqueda que parte de dos mitos, sin los que no se acaba de entender qué pasa y qué se dice sobre lo que pasa: el mito de una Barcelona líder y el mito de un nuevo alcalde que vendrá, cabalgando sobre un caballo blanco, para salvarnos y hacernos felices.
Sobre el mito de la gran metrópoli que liderará la orilla del Mediterráneo noroccidental y competirá con Madrid con energía y creatividad, hay que decir que es una bonita fábula que presenta un problema: tiende a eliminar del relato el hecho determinante que, a partir de los gobiernos de Aznar, el Estado apostó por blindar y afirmar una capitalidad madrileña que no tenía, hasta entonces, la fuerza ni el prestigio de otras capitales europeas. La nostalgia por esa Barcelona que se había convertido en la capital económica, cultural y glamurosa de una España acomplejada es lo que pesa más cuando hoy se procede al psicoanálisis –digamos– del malestar barcelonés que aflora cuando hablamos de la ampliación del aeropuerto, la franquicia del Hermitage o los Juegos de invierno. El provincianismo más descarnado lleva el disfraz del cosmopolitismo más perfumado
El casting que las élites organizan para dar con un rival de peso contra Colau es mejorable
Hay un deseo de que Barcelona vuelva a ser como era cuando los catalanes recibían felicitaciones desde Madrid porque España acababa de salir del franquismo y aquí los aires europeos no estaban ensuciados por la escopeta nacional. Como siempre sucede con la nostalgia, resulta tan confortable como tóxica: acabamos hablando de un proyecto para Barcelona sin hablar del poder, como si la mano invisible de los negocios y del talento no tuvieran nada que ver con el capricho del Minotauro. Si no fuera tan absurdo, sería enternecedor. Que varias empresas trasladaran su sede social fuera de Catalunya a raíz del procés ha creado la cortina perfecta para evitar que hablemos de cómo Madrid ha llegado a ser Madrid. Todos los estudios demuestran que el Estado lo ha hecho posible con todos los recursos y palancas, no es casualidad; llegados a este punto, comparar –por ejemplo– la inversión en cercanías de allí y de aquí es como repetir una oración ancestral para que llueva.
Con respecto al mito del candidato salvífico y redentor capaz de sacar a Colau del cargo, solo hay que repasar algunos de los nombres que se van barajando para constatar que los deseos de unas minorías respetables tienen poco que ver con lo que podría motivar al electorado barcelonés. La fallida operación Valls –sobre la que no he leído ni escuchado ninguna autocrítica– puso en evidencia como de grande puede ser el autoengaño también entre los no independentistas, y como de irónico es que un movimiento nacido contra Colau haya sido clave para consolidarla, con toda la ayuda de un PSC haciendo de sidecar.
El casting que las élites organizan para dar con un rival de peso contra la alcaldesa es mejorable, sobre todo porque deberían escuchar también a los que no les dan la razón. Colau ha hecho cosas que merecen crítica severa y cosas interesantes, pero estoy seguro de algo: si el escrutinio contundente contra las políticas de Colau más discutibles son la bandera de ciertos sectores, los comunes pueden respirar tranquilos. Determinados padrinazgos no van bien para derrotar a una figura con gran habilidad para surfear la ola. ¿Cómo debería ser la alternativa? No debería tener miedo de salir del bucle de los debates clónicos sobre la Barcelona que corre el peligro de ser un no-lugar. Tendría que hacer nuevas preguntas que superaran viejos debates.
El doctor Robert, el primer alcalde barcelonés del catalanismo, solo gobernó la ciudad siete meses. Hoy sería calificado de antisistema por algunos. Su ejemplo tendría que inspirarnos. El prestigioso médico Bartomeu Robert llamó a desobedecer contra las contribuciones abusivas dictadas por Madrid sobre los fabricantes y los comerciantes, fue el Tancament de Caixes. Rompió la lógica caciquil y se salió del guion. Descolocó a los que no querían cambiar nada. Eso hizo grande a Barcelona. Si estamos donde estamos, es porque hemos tenido dirigentes como ese alcalde inteligente y breve que supo decir “basta”.