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Francesc-Marc Álvaro | Romanticismo cubano
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21 nov 2021 Romanticismo cubano

Yunior García, disidente cubano impulsor de la plataforma Archipiélago, ha llegado a Madrid, donde pasará un tiempo, y luego, según ha explicado, regresará a Cuba para seguir trabajando por un cambio democrático. En declaraciones a El País , ha dicho que quiere confiar en la comunidad internacional, “que tiene una mirada retorcida de lo que es Cuba, tiene ese romanticismo infantil de lo que consideraban una revolución hermosa y ha demostrado ser una dictadura”. En Barcelona, hemos visto gentes manifestándose en apoyo del régimen cubano, con presencia de algunas formaciones políticas.
 El dramaturgo tiene razón: hay un romanticismo infantil en la mirada catalana, española y europea sobre la política de Cuba. Es un romanticismo hijo de lo que fue esa “revolución hermosa” que los barbudos de Sierra Maestra montaron contra la dictadura de Fulgencio Batista, amparada por EE.UU. y la mafia. Basta con ver las viejas imágenes documentales de esa lucha para comprobar que aquella causa despertó, y con razón, muchas simpatías. Las propias de ver a un grupo de jóvenes acabando con el malo, con épica y lírica a tope. Luego, esa historia de amor se convierte en un cuento de terror, y los que fueron ídolos acaban imitando al tirano.
 

Cuando las revoluciones desembocan en tiranía el trauma es difícil de superar

 
Dos cosas son ciertas: las revoluciones nos enamoran y cuando desembocan en tiranía el trauma es difícil de superar. Una parte del progresismo occidental no quiere condenar lo que ocurre en Cuba. Porque Cuba, como la mítica foto del Che de Korda, está en el centro de la educación sentimental de los que un día se sintieron capitanes. Es puro amor propio, la nostalgia como ideología.
 
Lo explica muy bien Iván de la Nuez, cubano y catalán, en Fantasía roja : “La así llamada generación del 68 ha transitado, casi siempre en términos absolutos, del compromiso a la ruptura, de la militancia al arrepentimiento, del sueño a la realidad, de la progresía a la OTAN, de la imaginación al poder. Lo que hoy queda de esa generación como figura pública se mueve entre una fidelidad melancólica y una amnesia traidora; propias ambas de vivir un futuro muy diferente del que prometieron”.
 
Cuba se ha convertido en una vieja nevera, donde han caducado, como vacunas olvidadas, los sueños de los que añoran a esos héroes que creyeron ser alguna vez.

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