02 dic 2021 ¿Son o no lenguas españolas?
Lo que está ocurriendo con la presencia del catalán, el euskera y el gallego en la ley del Audiovisual que impulsa el Gobierno ilumina tristemente algo que algunos ya sabíamos: que la pluriculturalidad y la plurinacionalidad del Estado se vive, a menudo, como un problema y un estorbo. ¿Por qué?
La respuesta primera tiene que ver con la tradición, asentada en una idea monolingüe de la españolidad, acorde con el centralismo que sobrevive al diseño autonómico y toma formas muy diversas, entre las cuales no es menor el desprecio –cuando no el odio– a la diferencia. Ayer mismo, el ministro del Interior tuvo que soportar abucheos y comentarios fuera de lugar de diputados del PP y de Vox por saludar al parlamentario vasco Jon Inarritu en euskera. Así estamos.
La respuesta segunda nos conecta con la incapacidad del socialismo español a la hora de aplicar sin titubeos medidas y políticas que hagan real esa idea plural de España que dicen defender los que todavía usan la palabra federal para referirse a su partido. El acomplejamiento del PSOE ante la derecha convierte cualquier asunto territorial-identitario en un callejón sin salida. Las explicaciones elusivas de la vicepresidenta Calviño sobre las lenguas cooficiales en las plataformas no son buena señal. Y tampoco lo es el silencio, hasta el momento, del ministro de Cultura, el catalán Iceta, que sabe que no puede hacerse tacticismo con un material tan sensible.
El profesor Josep M. Colomer ha sintetizado bien cómo llegamos hasta aquí: “Un imperio ruinoso hizo un Estado débil, el cual construyó una nación incompleta, la cual sustenta una democracia minoritaria. Esta es, en pocas palabras, la historia política de la España moderna”. Tras cuatro décadas de democracia, la vida política española sigue infectada por la pulsión separadora que nace del centro, eso que Gaziel llamó “expulsionismo”, que alimentó el catalanismo, y que ha dado argumentos al nuevo independentismo catalán, que desde el 2010 ocupa la centralidad.
Parece que ERC y PSOE hablan de lenguas y cuotas pero, en realidad, hablan de respeto
Parece que ERC y PSOE hablan de lenguas y cuotas pero, en realidad, hablan de respeto. ¿Seremos respetados por el Ejecutivo de Sánchez los ciudadanos que tenemos como primera lengua el catalán, el euskera o el gallego? ¿Serán respetadas unas lenguas que son tan españolas a efectos administrativos como el castellano? ¿Será la ley del Audiovisual una nueva ocasión de ser tratados los catalanes como españoles de segunda? Respeto es lo que se exige. Y no vale escudarse en normativas europeas para escurrir el bulto.
Está claro que los estados de la UE pueden hacer efectiva la protección de su patrimonio lingüístico, también frente a esos terceros que son las poderosas compañías transnacionales del sector audiovisual. Y no lo hace únicamente Francia con sus leyes de excepción cultural para blindar el francés frente al peso de la producción y distribución en inglés. También lo hacen otros. Islandia –con apenas 300.000 hablantes– tiene a su alcance un amplio catálogo de Disney con sus productos doblados al islandés. La lengua catalana tiene más hablantes que varios idiomas considerados oficiales por las instituciones europeas.
Si hay voluntad política, hay cambio. La normativa europea es interpretable. Todo pasa por algo muy simple y revolucionario a la vez: que el Gobierno español pelee con Netflix, HBO, Prime y Disney por el catalán, el euskera y el gallego como lo hace por el castellano, ni más ni menos. Sería constitucionalmente impecable. Sería una noticia verdaderamente histórica.