18 feb 2022 Fábula de la autonominada
Ayuso no estaba entre los nominados. Lo mejor de las rondallas políticas es que la moraleja solo se descodifica cuando los acontecimientos se han enfriado, bajo la luz amarilla de los historiadores. Hubo un tiempo en que Aznar (“yo soy tu padre”) acunó dos criaturas como presuntos herederos de su legado: al primero le llamó Albert Rivera (y creció fuera de los predios populares) y al segundo le llamó Pablo Casado (producto genuino de la casa). El expresidente repartió expectativas y caricias entre ambos cachorros, para ver quién tenía el cuajo (en Madrid eso del cuajo es importante) para liderar la derecha. Desde la FAES, los aznarianos buscaban un heredero que, tras la etapa de Rajoy, debía recolocar las siglas en la vía que conduce directamente a la Moncloa.
Rivera fue devorado por su ego y Casado trata de levantar el vuelo sin mucho acierto. Mientras los dos aspirantes perdían encanto, Abascal, el hijo despechado de la derechona, consiguió que los ultras entraran en el Parlamento, con el aliento pegado al cogote del líder que cursó un máster súbito, algo que en otros países hubiera sido el final de la aventura. Y, en esto, llegó ella: Isabel Díaz Ayuso –con ayuda de Miguel Ángel Rodríguez– actuó sin pedir permiso, sin tener tanda y sin esperar la unción sacrosanta de Aznar. Ni Rivera ni Casado, la presidenta de la Comunidad de Madrid es la autonominada, porque ha tenido el arrojo de creérselo. Y porque ha conectado sin manías con la gente y, de propina, compite con los de Vox siendo más y menos que los ultras, según convenga. Los patricios del PP hace tiempo que desean convertirla en la Dama de Hierro contra el socialismo sanchista. Ella ganará esta guerra.
O Díaz Ayuso se queda con el timón del PP o el PP se pega el batacazo
O ella se queda con el timón del PP o el PP se pega el batacazo. Esta es la disyuntiva que recorre, como un subtexto danés, la peripecia que ayer se representó en el guiñol mediático. Que el vodevil tenga sombras de corruptelas familiares no supone un freno a las expectativas de la musa del trumpismo castizo. Ya se sabe que al votante del PP –como en su día al del PSOE o al de Convergència– estas cosas le preocupan poco, que ahí está Bárcenas dando el cante y la vida sigue igual. Ayuso gana por el desparpajo y Vox sube por lo mismo, ante lo cual Casado suena como una voz perdida en una lata caducada.